Puede ser una crisis peor que la del 29, dijo el secretario de Hacienda. Y no es poca cosa pues se refiere a la peor depresión económica que el mundo haya conocido. La frase de Agustín Carstens tendría que tener sumido al Presidente y a su Gabinete Económico en una encerrona de urgencia, que derivase en un plan de emergencia para paliar las consecuencias del desplome financiero mundial. No obstante, el mismo día que Carstens vislumbraba la magnitud de la catástrofe, Felipe Calderón se ufanaba en Nueva York de que México ya no contraía neumonía cuando a Estados Unidos le daba una gripe. Alguien tendría que preguntarle al Presidente ¿y qué pasa con México cuando a Estados Unidos le da una neumonía?
Lo cierto es que la crisis de Wall Street de 1929 dejó a México en estado de coma, pese a que era un mundo mucho menos globalizado. Según estudios de Nacional Financiera, el nivel de vida del mexicano promedio en 1932 volvió a ser el de 1910, es decir, un retroceso de 22 años (citado por Lorenzo Meyer). Sólo de 1929 a 1932 el PIB disminuyó 16 por ciento y la producción manufacturera se desplomó a poco más de la mitad.
De boca para afuera las autoridades insisten en que México está blindado. Pero debe ser un blindaje de aluminio si consideramos que en enero se estimaba un crecimiento de 3.7% para 2008 y esta semana lo bajaron a 2.4%, y eso que la crisis apenas comienza. Las corredurías señalan que podría ser de 1.9% y quizá aun menos. En julio, último mes del que INEG ofrece reportes, decreció la producción industrial del país, anticipando lo que podría ser una recesión.
Es comprensible que el Gobierno quiera evitar el pánico de la opinión pública y la zozobra entre los actores económicos. Pero frente a la magnitud de los hechos, pretender que no pasa nada puede ser tan irresponsable como pedir calma a pobladores ribereños ante la inminencia de un tsunami.
Lo que no está haciendo el Gabinete lo han comenzado a hacer las empresas cúpula de la economía mexicana. Lorenzo Zambrano, presidente de Cemex, circuló la semana pasada un memorándum entre su personal para introducir medidas draconianas frente a la crisis que se avecina (paralizar fábricas y recortes sustanciales). Otras grandes empresas se están inclinando por no pagar impuestos para mantener liquidez en los próximos meses. Prefieren afrontar el eventual pago de recargos y multas, que desafiar el futuro inmediato con las chequeras vacías. También saben que si muchas empresas no pagan impuestos por la crisis, el Gobierno tendrá que negociar condonaciones tarde o temprano. Es decir, una vez más como en el Fobaproa, desarrollan estrategias para “socializar” las pérdidas con cargo al erario, mientras que las ganancias siempre son privadas.
El problema es que éstas son soluciones individuales de “sálvese quien pueda”. Justamente lo que hace la población frente a un desastre climatológico cuando la autoridad está ausente.
Calderón tendría que dejar a su secretario de Gobernación el manejo de la crisis de inseguridad y concentrar sus esfuerzos en la debacle económica. Pero primero tendría que cambiar de secretario, porque el actual, Camilo Mouriño, es incapaz de imponer orden entre las cabezas de la PGR, la SSP, el Cisen y el Ejército, dedicados todos ellos a pelearse entre sí y ningunear al supuesto coordinador de seguridad. Pero ésa es otra historia. www.jorgezepeda.net