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¿Se merece el PRD lo que le ocurre?

El comentario de hoy

Francisco Amparán

Como bien lo sabe cualquier mexicano que ha tenido acceso a los medios de comunicación en los últimos días, la elección interna del PRD para renovar su dirigencia nacional ha sido catalogada de “cochinero”, “vergüenza”, “lodazal” y otras linduras… especialmente por parte de los mismos perredistas. Sus rivales nada más contemplan el espectáculo y emiten risitas parecidas a las del mítico Lindo Pulgoso.

Ante tan penosa situación, un cuasi-lloroso Arturo Núñez (supuesto árbitro del proceso) proclamó lastimeramente en una entrevista radiofónica: “El PRD no se merece esto”; en vena semejante, el periodista Miguel Ángel Granados Chapa apuntó: “La mayoría de los militantes y los votantes del Partido de la Revolución Democrática no merecen el descrédito que la actual crisis depara a esa organización”.

La pregunta parece, pues, pertinente: ¿se merece el PRD el viacrucis por el que está atravesando?

Como decimos en mi pueblo: la-neta-la-neta: sí.

Después de todo, y aunque pocos quieran decirlo con todas sus letras, lo que está ocurriendo es la lucha entre un modelo primitivo de la izquierda autoritaria y antidemocrática; y otra visión, un poco más moderna, pragmática, y que ya de perdido entiende que México vive en el Siglo XXI. La cuestión es por qué las fuerzas retrógradas, retardatarias y ultraconservadoras, encabezadas por Andrés López, ponen en vilo la viabilidad del único partido más o menos importante que ha podido montar la izquierda mexicana en más de un siglo.

Pues porque las dejaron. Y en ese sentido, el PRD se merece el descrédito en que está cayendo. Son polvos de aquellos lodos.

Fueron los perredistas (al menos una porción cuantiosa de los mismos) quienes permitieron que el Mesías Tropical echara por la borda su ventaja anterior al 2 de julio, con sus desmesuras y barbajanadas. Y no sólo eso: no hubo después un gramo de autocrítica sobre por qué se perdió la elección.

Fueron los perredistas quienes siguieron al mismo demagogo a esa locura que fue el bloqueo de Reforma, con lo que no sólo le dieron la razón a los detractores del tabasqueño; sino que se enajenaron a su principal reducto electoral, el DF, que le da al PRD una buena parte de su votación nacional. En otras palabras: a la mujer que me mantiene, y una de las pocas que me ve guapo, la agarro a patadas. Bonita forma de hacer política.

Han sido los perredistas quienes han consentido que medren en el partido especímenes como Dolores Padierna, los hermanitos Batres, el bufón Fernández Noroña, y hasta René Bejarano (tras bambalinas).

Si uno permite todas esas cosas, ¿no se merece ser castigado por los dioses? Acéptenlo: la crisis se la han construido solitos. Y la única salida consiste en deshacerse de los lastres. Ustedes y yo y los perredistas saben eso; y lo que significa.

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