Tarde o temprano tenía que ocurrir: más de siete años haciendo insensateses no podían sino culminar con una crisis que, para colmo, nos va a pegar a todos. Luego de sortear algunas señales de alarma, finalmente parece que es oficial: los Estados Unidos van a entrar en recesión… y se van a llevar entre las patas a mucha, mucha gente alrededor del planeta.
Aunque puede hablarse del libre juego de las fuerzas del mercado y todo tipo de arañas de ésas, no cabe duda que el Gobierno de George W. Bush es responsable en gran medida de lo que está por ocurrir. Habiendo recibido en 2001 un país con el mayor superávit de la historia humana, ahorita lo tiene como el más endeudado. La Guerra de Irak ha quemado (literalmente) miles de millones de dólares que no le han dejado absolutamente nada ni a Estados Unidos ni al mundo: una enorme riqueza vuelta completamente improductiva. Las políticas fiscales de Bush, tan benévolas con sus amigotes del gran capital, le han pegado duro y tupido a la clase media norteamericana… la que produce y consume. Y ya no hablemos de las tasas de desempleo y falta de productividad, que se han acentuado durante su Administración.
Para fruncir lo arrugado, a tantas metidas de pata se añadió un factor fuera del control gubernamental: una crisis de pagos en las hipotecas, dado que la clase media (de nuevo) no puede pagar lo que se suponía iba a egresar. ¿Por qué? Por los bajos salarios, el desempleo, la falta de estímulos.
El problema es que una hipoteca no pagada pasa a la columna de pérdidas de los bancos. Además, se frena la creación de nuevas viviendas. Y ya sabemos qué pasa cuando una crisis le pega a la industria de la construcción: padecen carpinteros y madererías, electricistas y tlapalerías, albañiles y ferreterías.
Ante esta situación, Bush presentó en días pasados un paquete de estímulos fiscales con objeto de parar la avalancha que se le venía encima. Los pesudos de este mundo no quedaron muy convencidos, y empezaron a vender acciones como desesperados: las principales bolsas de valores del mundo cayeron entre un 4 y un 7% el pasado lunes.
Lo cual puede ser sólo el principio de un proceso con profundas repercusiones en todo el mundo. Y lo último que necesita la economía global es una recesión en Estados Unidos y con los precios del petróleo a 100 dólares el barril.
Así pues, mis estimados, hay que prepararnos porque vienen tiempos difíciles. Y no se ve ni la inteligencia ni el liderazgo en la Casa Blanca como para enderezar al barco… un barco que al hundirse, va a succionar a muchos inocentes hasta el fondo.