A sus 75 años, el escritor y periodista Vicente Leñero se dedicará al cuento y a pequeñas colaboraciones en una revista universitaria. (El Universal)
Quiso el destino que Vicente Leñero se dedicara a la palabra. Dejó la carrera de ingeniería civil para ser escritor; pero hoy en día sólo quiere leer la obra de otros y no ejercer la propia.
Dice que ya escribió todo lo que debía e incluso más de la cuenta. Por ello anuncia su retiro definitivo de la novela, el teatro y el cine, para dedicarse de lleno a la escritura de cuentos y de pequeñas viñetas anecdóticas sobre personajes con los que convivió, y que ya publica cada mes en la Revista de la Universidad.
Autor de diez novelas, tres libros de cuentos, 11 obras de teatro, de varios guiones para cine y reportajes, a los 33 años Leñero también escribió una autobiografía, pero no volverá a emprender un proyecto igual porque su vida la ha contado a lo largo de su obra.
Para nadie es un secreto que Vicente Leñero es apasionado del ajedrez y el dominó, obsesivo con la palabra, tenaz e incluso terco al emprender ciertos proyectos. Todos saben que es un escritor católico, obsesionado con los evangelios, aunque declarado progresista y anticlerical. “Me molesta mucho el poder eclesiástico”.
Le disgustan las entrevistas: “Me molestan porque pienso que lo más interesante de un escritor es su obra”. Así que el autor, en sí mismo, es un reto para quien sigue sus consejos del Manual de periodismo, donde recomienda insistir cuando alguien se niega a charlar. Él se defiende: “Ya ni me acuerdo de ese libro que escribimos Carlos Marín y yo”.
Dice que la tenacidad es una de sus cualidades. “Lo que yo me propuse fue ser escritor a fuerza y pasar por todas las pruebas; lo mismo escribir radionovelas, que telenovelas y cuentos, la palabra es mi principio y ahí radica mi tenacidad”, aunque ejerce su derecho a equivocarse.
ENTREVISTA
-¿El periodismo postergó su ejercicio en la literatura?
Fueron actividades complementarias, el periodismo me acercó a la realidad; me servía para ejercitarme, así como en las radionovelas ejercitaba la escritura de diálogos. Es el gran beneficio de aprender a escribir escribiendo.
-Cómo vencía la timidez?
Me enfrentaba a las cosas, había mañas interesantes. Hay muchos reporteros que superan su timidez demostrándole al entrevistado todo lo que saben y hay otros que dicen yo no sé nada y a partir de ahí pueden sacarle más jugo. El periodismo le enseña a uno a ver más fijamente la realidad porque le exigen que sea preciso, agudiza los sentidos.
-¿Ha asumido el periodismo y la literatura con interrogantes?
Siempre, pienso que la mejor característica del periodista y del escritor es esa; el reportero tiene preguntas no respuestas, averigua no trata de aleccionar a nadie. La misión del periodista y del escritor no es cambiar al mundo: es observarlo. Ahí concebí la literatura, ser testigo de la realidad, contar historias y luego testimoniarlas sin decir eso está bien o mal.
-¿A sus 75 años es otro?
He cambiado porque las circunstancias de la vida lo llevan a uno por diferentes caminos. La conclusión a la que llego es que hice lo que quería hacer, me dediqué a lo que me quería dedicar, bien, mal, regular, con aciertos, con tropiezos, con errores. He podido sobrevivir con mi preocupación y mi quehacer literario, esa es la conclusión optimista; la pesimista es que nunca llegué a hacer lo que quise ser.
-El relato que escribió para el libro Todo sobre su madre, es también un retrato de usted?
El escritor siempre está hablando sobre sí mismo, usa historias para contar las que a uno le interesan y a veces uno cuenta la propia, pero no con el ánimo de aleccionar sino de observarse. Todo tiene que ver con uno, uno escoge la realidad porque le dice algo de sí, uno se interroga.
-¿Es crítico al desdoblarse?
Me sirve para ver a ese señor que se llama como yo. A uno no le gusta mucho como es, uno trata de corregirse a sí mismo escribiendo, al escribir trata de corregir sus errores o sus fallas; si uno de pronto tiene la conciencia de que escribió un libro perfecto ya no sigue escribiendo. Pienso en el azoro que sufrió Juan Rulfo cuando le hacen ver que su novela y sus cuentos son algo fuera de lo común en la literatura mexicana, él se pasma y ya no sigue escribiendo. Los que no tenemos la estatura de Rulfo siempre estamos tratando de escribir una novela lo mejor posible.
-¿Qué le gusta y qué no le gusta de ese Leñero que ve en el espejo?
A mí me hubiera gustado ser más abierto y más decidido y más claro en el camino que quería seguir, muchos años después descubro que lo que me interesaba era ser escritor, pero para serlo no me entregué a ese trabajo con toda la libertad del mundo, siempre fui dando vueltas, no me gustaba mi indecisión y mi timidez ante la vida. Me hubiera gustado haber absorbido más la literatura, pero no había tiempo. No me entregué de lleno a la vocación.
Otra de las cosas de las que me arrepiento es haber estudiado ingeniería cuando yo había descubierto que no me interesaba. Seguí hasta recibirme y no me sirvió para nada, sólo me quito tiempo. No fui muy echado para adelante, me fui empujando a mí mismo.
-¿Por su formación católica?
La enseñanza religiosa, las estructuras eclesiásticas del país eran muy cerradas, constreñían y yo tardé en liberarme. He tardado tiempo en dedicarme a escribir en sacar adelante una ideología: yo sigo siendo creyente pero la manera de serlo ha ido cambiando.
-¿Lleva a cuestas culpas?
Hay muchas cosas que uno lamenta; podía haber ido más lento en mi producción literaria, por ejemplo; la culpa es haber dedicado demasiado tiempo y esfuerzo a la formación literaria, vivirla como obsesión, soy una persona muy obsesiva y eso sí me inculpa porque yo pienso que podría haber escrito menos libros de los que escribí, pienso que podría prescindir de la mitad de los libros. Eso pasa por no haber sido la persona que hubiera querido ser.
-¿Sigue escribiendo?
Sí, pero ya no escribo teatro, a la novela le digo no, escribo cuentos y le dedico buen tiempo a los talleres, doy talleres de guión de cine, en Madrid y México; estoy convencido de que los talleres son la mejor forma de aprender a escribir; al menos yo así lo aprendí. He cerrado varias etapas literarias. Me la voy a llevar despasito para tener más tiempo de leer.
-¿Estela, su esposa, ha sido un pilar en su vida?
En la vida y en profesión. Es una mujer inteligente. A ella le tocó el camino doble: atender a las hijas mientras yo tenía mil chambas, y prepararse como profesionista; hubo tiempos en los que vivíamos de lo que ella ganaba, cuando vino el problema de Excélsior la casa la sostenía ella.
-¿Estima la amistad?
Tengo amigos en cada área: Luis de Tavira, Ignacio Retes, Pedro Armendáriz, Felipe Cazals, Julio Scherer, Miguel Ángel Granados Chapa, Ignacio Solares, Javier Sicilia. No soy un amigo empalagoso, sino de hechos.
-¿Qué tipo de católico es hoy?
Un católico obsesionado con el contenido de los Evangelios, muy anticlerical aunque tengo excelentes amigos sacerdotes. En un tiempo me interesó muchísimo la Teología de la Liberación.
-¿Cómo ve al actual gobierno de derecha?
Es espantoso porque no creen y se resisten al Estado laico, lo ensucian todo. Ha sido muy malo para los cristianos, es un partido que se antoja más ligado a la jerarquía eclesiástica que al catolicismo que nace desde abajo.