Michael Bolton deleitó el sábado a sus seguidores con temas de blues, jazz y cobres de Frank Sinatra en el Auditorio Nacional. (El Universal)
Conquista Michael Bolton a las mexicanas con sus temas que presenta como parte de su gira internacional.
Lástima que esté prohibido entrar con un vaso de whisky o brandy al Auditorio Nacional. Lástima que ni siquiera se pueda entrar con un café expreso doble. Cualquier bebida altamente placentera hubiera enriquecido el concierto de Michael Bolton del sábado pasado.
Sobre todo en los primeros 20 minutos en lo que el cantante se dedicó a bluesear y jazzear con canciones que él solía interpretar en clubes nocturnos cuando apenas era un adolescente.
Bolton dijo al público que esta parte era una invitación a viajar hacia atrás en el tiempo.
En efecto, sus seguidores viajaron con él pero seguramente hubiera sido un viaje más placentero acompañado de alguna bebida espirituosa.
La segunda parte del concierto fue con versiones de éxitos de Frank Sinatra. Empezó con For Once in my Life y terminó con New York, New York.
Lástima que la voz de Sinatra haya sido tan peculiar que obliga a las comparaciones en las que sus versionistas casi siempre salen perdiendo. En el caso de Bolton, por lo menos consiguió que durante unos minutos el público se sintiera en “la ciudad que nunca duerme”.
Aunque más tarde, al salir, se dieran cuenta que no estaban en el Broadway iluminado, sino en la entrada del metro Auditorio, que casi siempre está en tinieblas y dos policías adormilados.
Esta segunda parte del concierto terminó con la interpretación de Nessun Dorma, en homenaje a Luciano Pavarotti.
En seguida, sucedió el éxtasis de la noche: When a Man Loves a Woman.
Michael Bolton apareció por una puerta lateral de la butaquería y recorrió la zona de lunetas mientras interpretaba la canción y las mujeres enloquecían, es decir, gritaban, brincaban, pataleaban y lloraban para demostrar que ellas quieren un hombre como el que describe la letra.
Durante este recorrido por las butacas, detrás y delante del cantante lo protegía una cadena humana de guardias de seguridad encabezada por un tipo del tamaño de los roperos del Siglo XIX.
Si Michael Bolton hubiera caminado sin guaruras, hubiera sentido realmente el cariño de sus mujeres.
Luego interpretó Steel Bars. Para ese momento, la orilla del proscenio estaba atiborrada de fanáticas que querían subir al escenario, estrechar su mano o mandarle un beso.
Una de ellas incluso consiguió que Boltón le aceptara un regalo: un sombrero de charro que el cantante se puso durante el resto de la canción.
Lástima que Bolton no sigue el lema del charro mexicano Vicente Fernández, que canta hasta que la gente deja de aplaudir.
El concierto de Michael Bolton duró justo una hora y media. Tuvo un encore y se despidió sin reaparecer aunque le pidieron otra. Lástima.
