El presidente Felipe Calderón enviará por escrito al Congreso de la Unión, su Segundo Informe del estado que guarda la Administración Pública; lo remitirá antes de las cinco de la tarde de este primero de septiembre a San Lázaro, donde será recibido por una comisión de senadores y diputados, para que al instalarse la sesión de Congreso General, se percate de su recepción.
De esta manera, se modifica sustancialmente el formato del Informe Presidencial, pues el presidente no está obligado ya, de acuerdo a las reformas constitucionales, a asistir a la apertura de Sesiones del Congreso General.
El Congreso deshace así el viejo ritual del “Día del Presidente”, que era la muestra más exacerbada de culto a la personalidad del presidente en turno, ejemplo de un presidencialismo recalcitrante, en donde el presidente era jefe de Gobierno, jefe de partido, jefe de las Fuerzas Armadas y jefe de Estado.
Pero si nuestros legisladores dejan atrás el “Día del Presidente”, también dejan atrás el día de las impugnaciones de la Oposición al régimen, que no era propiamente un diálogo para animar o enriquecer la vida democrática; convirtiendo a esta fecha en el punto de partida para los grandes acuerdos que la nación reclama.
Hace dos años –el primero de septiembre de 2006– el presidente Vicente Fox no pudo entregar su Sexto Informe en la tribuna de la Cámara de Diputados, legisladores integrantes del Frente Amplio Progresista, que lo acusaban de “fraude electoral”, se lo impidieron; tuvo que entregar su informe en el vestíbulo de la Cámara de Diputados.
En 2007 el presidente Felipe Calderón acudió al Congreso, en medio de una fuerte disputa con los partidos del Frente Amplio Progresista, entregando su Informe y enviando un breve mensaje a la nación, con la ausencia de sus opositores.
A partir del primero de septiembre de 2008, el Informe Presidencial dejará de ser un justificante para las impugnaciones opositoras y también un evento controvertido y faraónico, sujetándose simplemente a un ejercicio de rendición de cuentas; se da dentro del proceso de modernización entre los poderes Ejecutivo y Legislativo, que registra además el primer paso en un proceso parlamentario, pues en una cultura de rendición de cuentas, permitirá a los legisladores, llamar a los responsables de la Administración Pública federal, quienes tendrán la obligación de “hablar con la verdad”.
En sustitución del protocolario, pero gastado Informe ante el Congreso, el presidente Felipe Calderón ha iniciado la rendición de cuentas sobre el quehacer gubernamental a través de spot, de una manera directa y sencilla.
La alternancia política ha traído consigo contrapesos limitantes al poder, atrás quedó el presidencialismo autoritario y absorbente, estas reformas del poder Legislativo son una buena muestra de profundización democrática.
Vivimos una alternancia contradictoria, por una parte hemos avanzando en la democratización electoral, por otra nuestra política ofrece polarizaciones inaceptables y por otra hay una fuerte confrontación entre pobreza y riqueza, que ponen en entredicho nuestra democracia, cuando ésta, es incapaz de proporcionar bienestar a las mayorías.
Ya es tiempo de que nuestro proyecto nacional no sea rehén por la lucha del poder, ya es tiempo de que la participación política se vea como algo que no sólo interesa a los partidos, pero ya es tiempo también de la construcción de los consensos; del manejo político adecuado; de la operación política eficiente; del respeto a las leyes, a las instituciones, a la sociedad; ya es tiempo de responder a la ciudadanía con eficacia y eficiencia... con resultados.
A dos años de Gobierno del presidente Felipe Calderón, el viejo Filósofo de Güémez, entiende que:
La gobernabilidad no es exclusiva de un poder... sino de los tres.
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