La historia nos enseña que, al surgir una tecnología totalmente original, las primeras aplicaciones prácticas de la misma suelen darse en dos campos: lo militar y la pornografía. Vean, por ejemplo, lo que ocurrió con la fotografía cuando apareció en el segundo tercio del siglo XIX; o con el cine. ¿Y qué me dicen de la Internet, que de hecho nació como un sistema militar para prever las posibles consecuencias de una guerra termonuclear total?
A esas dos actividades le suele seguir muchas otras que no estaban siquiera contempladas como usuarias. Por ejemplo, Edison rechazaba que su invento del fonógrafo fuera a ser empleado para grabar y reproducir música: él pensaba que su principal uso sería en las oficinas para dictados y guardar memorias en los juicios. Como bien sabemos, llevar la música de un lado para otro ha sido la principal función de fonógrafos, tocacintas, tocadiscos, walkmen, i-pods y el engendro que se le ocurra este año a Steve Jobs…
Así pues, no nos debe extrañar que las fuerzas del mal empleen los últimos avances tecnológicos para sus aviesos fines. Así, el terrorismo integrista islámico se vale de sus sitios de Internet para difundir consignas, videos de decapitaciones y otras linduras harto civilizadas. Eso sí, con formatos y calidad hechos con las patas; pero para lo que los necesitan, les sirven.
Lo que sí asombra es que haya unos descarados que han empezado a vender por la Red sus servicios de… matones a sueldo.
Efectivamente: una investigación realizada por un periódico de la capital de nuestro país tuvo como resultado la detección de una docena de anuncios clasificados donde se ponen a la disposición del culto público asesinos por comisión. Algunos incluso presumen de su profesionalismo, de que han hecho chambas en el extranjero (¡hasta en eso sale el malinchismo!) y que no exigen pago por adelantado… quizá porque al moroso ya sabe cómo le iría. Tomando esa información, la agencia noticiosa británica Reuters hizo otro tanto, e incluso contactó a algunos de los anunciantes.
Sabiendo cómo están las cosas en nuestro país, lo raro es que los sicarios recurran a anunciarse en Internet: cualquiera diría que les sobra chamba. Pero quizá los más veteranos ya se hartaron de enfrentarse con policías ineficientes y de andar saldando cuentas de sus jefes, cortando cabezas y dejando recados con pésima ortografía. Así que, ¿por qué no actuar de free-lancers? ¿Y por qué no promoverse de manera efectiva en el medio al que accede cualquiera?
En todo caso, el fenómeno es indicativo de los niveles de impunidad y tranquilidad con que opera el crimen (organizado y desorganizado) en este país. En ese sentido, el Estado mexicano está fallando miserablemente en su principal función. Ah, pero eso sí: ¡qué bueno resulta para exprimir al contribuyente!