Hoy el tema del medio ambiente es quizá, -luego de la economía, dígase crisis alimentaria, alza sin freno de los hidrocarburos y disparo de la inflación-, la principal preocupación en los discursos de los grandes líderes del mundo, aunque a la hora de la verdad sencillamente los países industrializados obedecen a los designios del dinero, tal como acaba de ocurrir en la reunión del G8 en Japón, que congrega a las naciones más ricas del orbe.
A la cumbre se le anexó un grupo compuesto por las cinco naciones con potencialidad de crecimiento: China, que ya es hoy un monstruo económico; India, la democracia con más miembros en el orbe y con un perfil en la informática que la prospecta como un futuro líder en el sector; Brasil, el país con más habitantes latinos del mundo y con una cantidad de recursos naturales monumentales, además de una clase política en apariencia con mayor responsabilidad; Sudáfrica, el continente negro destaca por mucho, aunque continúa con resabios del racismo irracional; y México, el país experto en las oportunidades desperdiciadas.
Eso ocurre en los grandes escenarios mundiales, donde para los laguneros comunes poco parece impactarnos, pero para el asunto mediático de los grandes reflectores, las reuniones de los líderes dan para llenar muchas páginas de los diarios de las grandes urbes metropolitanas.
Aquí es distinto, en una comunidad que a base de trabajo y del trajín diario ha enfrentado y generado condiciones de desarrollo humano aun en contra del agreste desierto donde nos encontramos, esta semana surge nuevamente a la luz pública un hecho que debe, ya no se diga avergonzar, porque la vergüenza hoy está más que nunca devaluada, sino preocupar al máximo: la continua contaminación que sufre el lecho seco del Nazas, amén de las descargas de aguas contaminadas del Parque Industrial Lagunero, sito en Gómez Palacio, Durango.
Hace algunas semanas, se había denunciado que Torreón hacía lo propio derivando aguas negras del drenaje común de algunas colonias del norte de la ciudad cercanas al propio lecho.
Sin embargo, el asunto de las 520 empresas instaladas en la zona industrial gomezpalatina, que lanzan sus desechos líquidos es alarmante, simplemente por que se construyó una planta tratadora de aguas para poner fin a este problema, que silenciosamente inyecta veneno a los mantos freáticos de la región que dan de beber a más de un millón de habitantes que componen La Laguna.
¿Cómo es posible que las autoridades se presten a montar una ceremonia para colgarse la estrella de la obra, sin que ésta se encuentre en operaciones? El mismo Felipe Calderón es parte de este cuento.
Si se decía que la vergüenza en la cosa pública no tenía ya ningún sentido, -el hecho de tratarse de un tema prioritario para el ecosistema, y particularmente el lagunero, atacado por la industria metalúrgica; por los desechos de las miles de vacas que permiten que sea una región orgullosa de su capacidad de producción láctea, y que impacta el subsuelo con concentraciones de arsénico, contradictoriamente han sido el pilar del desarrollo, pero que hoy exigen cuidado meticuloso para continuar creciendo de manera sustentada-, esta semana la nota de que se sigue aventando porquería a las lagunas asesinas potenciales del lecho, se revienta en el rostro de una comunidad que necesita de una vez por todas acciones contundentes que mejoren la calidad de vida que salidas legaloides como hoy que Conagua se lava las manos, es de dar asco.
Pobre es la actuación y rol de Conagua, Gutiérrez Santana cobra muy cómodo sus emolumentos, -legal a final de cuentas-, ¿moral?, quién sabe, bendito gobierno.
La bolita de la contaminación fue de un lado a otro, pero mientras, el sórdido deterioro irreversible del agua, continúa ocurriendo.