El Dalai Lama dijo ayer que la situación en su tierra de origen, el Tíbet, se está deteriorando y que duda que las negociaciones actuales con el Gobierno de China conducirán a una mayor autonomía para la región.
“Ahora mi fe en el Gobierno de China se hace cada vez más delgada, más delgada, más delgada”, dijo. “Dentro del Tíbet, la situación empeora”, agregó.
El exiliado líder espiritual ha seguido un enfoque de buscar un “camino intermedio” con Beijing.
El Dalai Lama no exige la independencia del Tíbet, sino cierta forma de autonomía que permita a los tibetanos practicar libremente su religión, hablar su idioma, y abrevar en su cultura, pero en las últimas semanas, ha comenzado a denunciar la falta de avance en las negociaciones, pese a que dos de sus allegados partieron la semana anterior para China a fin de reanudar el diálogo.
El Dalai Lama viajó a Japón para dar conferencias y visitar a monjes y a niños en todo el país. Ha visitado con frecuencia Japón en el pasado, pero en muy escasas ocasiones se ha reunido con funcionarios del Gobierno, que temen una reacción negativa de China.
Hace una semana, en una función pública en Dharmsala, India, el Dalai Lama dijo que había “abandonado” su idea de persuadir a China que acepte su enfoque “de encontrarse a medio camino”. Dharmsala es sede del autoproclamado Gobierno tibetano en el exilio.
Tropas chinas ocuparon el Tíbet en la década de los cincuenta. El Dalai Lama debió huir del país hacia India, al fracasar una insurrección en 1959.
Las tensiones se han acrecentado este año, cuando demostraciones en Lhasa, la capital del Tíbet, derivaron en violentos actos de protesta. Según Beijing, 22 personas murieron en los enfrentamientos. Grupos de exiliados denunciaron que al menos 140 personas murieron y que más de mil fueron detenidas.