La “competitividad” de un país abarca muchos factores que se imbrican entre sí para conformar el nivel general de productividad que tiene la totalidad de su actividad social y económica. Esta suma determina el nivel y calidad de vida de los habitantes. El uso del término “competitividad” solamente en su acepción económica y más específicamente, empresarial, es una simplificación que esconde su verdadera complejidad.
La competitividad en el sentido restringido de un país, es la capacidad que éste tiene de lograr una posición superior y exitosa en productos y servicios en los mercados. Ella depende del uso más eficiente de los recursos naturales que la comunidad dispone y que sean explotados conforme a las vocaciones de la población.
México no tiene actualmente una buena calificación en materia de competitividad internacional. Los diversos índices que se elaboran así lo reiteran, lo que contribuye a la visión pesimista que prevalece en algunos sectores de la población especialmente el empresarial.
Dichos índices no mencionan, sin embargo, al éxito que ciertos productos como frutas, legumbres, bebidas de servicios como los de ingeniería civil están conquistando los mercados mundiales. Más bien se centran en detectar y subrayar las deficiencias estructurales que, por ejemplo, entorpecen el arranque y desarrollo de empresas: el Banco Mundial coloca en estos días a México en el lugar 56 entre 181 países en términos de facilidad de negocios; el año anterior estábamos en la posición 42.
El exceso de trámites engorrosos y mal definidos, la corrupción que intercepta al promotor, la carestía de ciertos insumos y servicios financieros son rémoras muy citadas. Pero no se alude lo suficiente al que el trabajador mexicano es responsable y de rápido aprendizaje y que su lealtad a la empresa es elemento de estabilidad. Son estas cualidades de la mano de obra al lado de nuestra estratégica posición geográfica que hace atractivo nuestro país.
México es uno de los principales exportadores mundiales y uno de las cinco grandes economías emergentes al lado de China, Brasil, India y Rusia. El entramado de los acuerdos comerciales multilaterales, regionales y bilaterales que hemos firmado asegura a los productos y servicios mexicanos una favorable recepción en más de 40 países. La estabilidad económica y financiera de nuestro país es uno de los elementos más importantes.
La competitividad económico-empresarial exige la reducción de costos. Para realizarla, el primer factor de la producción que se sacrifica es el laboral por ser graduable. Los elementos financieros y técnicos se respetan. Los principios de solidaridad y apoyo social recíproco no tienen cabida en esta estricta visión.
Pero una visión de la competitividad integral que incluya la ancha gama de elementos que forman una comunidad da un panorama diferente. El índice amplio que resulta luce muy diferente al del índice diseñado para meros fines empresariales, y a veces lo supera. En una evaluación total de nuestra realidad las aportaciones que nuestro país ha hecho en prácticamente en todas las artes y las numerosas contribuciones que hemos hecho a la paz mundial aparecen como hechos sólidos e incontrovertibles.
El Tratado de Tlatelolco, las participaciones en órganos de conciliación como el Grupo Contadora, nuestra firme posición en La Liga de las Naciones ante la invasión a Etiopía y a Irak en el Consejo de Seguridad son ejemplos reconocidos. Las semillas mejoradas de trigo producidas en Chapingo salvaron millones de vidas de las hambrunas en India y siguen generando beneficios. La admirada arquitectura e ingeniería mexicanas han realizado obra en todo el mundo. En los años más recientes se han desplegado acciones de apoyo social a las regiones más pobres del país a través de programas como el de Oportunidades.
Los grandes pintores muralistas de la primera mitad del Siglo XX y la literatura de Rulfo, Fuentes, Octavio Paz y Pitol. La música mexicana, desde la clásica de Manuel M. Ponce hasta las más populares como Manzanero, Velásquez, Juan Gabriel están presentes en los más inesperados rincones del mundo. La competitividad anímica de México está consagrada en la vida de cientos de millones de habitantes de la Tierra que admiran profundamente los valores de México.
Un bajo índice de competitividad económica como el que aplica la OCDE y otros organismos nacionales y extranjeros aplican a México puede coexistir muy bien con otros índices de competitividad o eficiencia integral nacional. Su conjunto nacional ya ofrece una serie de contribuciones al mundo aunque su índice de competitividad económica sea baja. En realidad, la competitividad verdaderamente significativa se refleja en un eje horizontal que recoge los avances simultáneos de cada uno de los sectores productivos, culturales y sociales de que se compone la sociedad. Es esa visión de conjunto la que importa, pero ninguno de sus componentes puede faltar.
juliofelipefaesler@yahoo.com
12 de septiembre de 2008