El envejecimiento, la enfermedad, el dolor, la agonía y por supuesto la muerte son los miedos del mundo moderno que pueden masificarse por las exigencias del mercado, el trabajo y la familia, y afectar la solidaridad entre generaciones que durante siglos fue la base de la sociedad.
Margarita Olvera Serrano y Olga Sabido Ramos, profesoras investigadoras del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), encontraron que las transformaciones institucionales y culturales de la sociedad contemporánea impactan la forma en que el hombre vive el envejecimiento, la enfermedad y la muerte, lo cual crea un gran temor social que puede convertirse en masivo y afectar la solidaridad intergeneracional.
Respecto de la vejez, uno de los miedos modernos, las investigadoras afirmaron que independientemente del declive fisiológico, el temor es fundamentalmente de índole social, cultural y psíquica. En las sociedades modernas, aseveran, ha tenido lugar una reorientación a gran escala de los marcos de resignificación social y cultural que condicionan que el individuo que envejece pierde valor y reconocimiento social, a diferencia de las sociedades en los inicios de la modernidad europea, cuando el hombre perfecto era el anciano en posesión de sus facultades.
Los temores en cuanto a la enfermedad -cómo se concibe, sus causas, prevención y cura- se relacionan en gran medida con el conocimiento que en determinada época histórica se tiene del cuerpo, el cual está conformado por discursos, prácticas científicas, religiosas y populares que definen dónde empieza y dónde termina la enfermedad.
En las sociedades modernas occidentales el cuidado del cuerpo, su observación y curación, atraviesan por un proceso lento de individuación acompañado de una mutación de discursos y prácticas. Uno de los aspectos más relevantes del saber médico, señalan, es la modificación de las expectativas que ha despertado entre la sociedad y los individuos. En tanto en la edad media el mayor miedo era la muerte súbita por el riesgo de fallecer en pecado mortal.
Ahora el temor es al dolor y la agonía, por lo que existe una preocupación por los paliativos para subsanarlo, aminorarlo o evitarlo y por la carencia de recursos para hacer frente a la enfermedad.
Las autoras apuntan que durante milenios la muerte y el dolor eran parte de la vida cotidiana, debido a los riesgos que la sociedad no podía controlar; con el avance de la modernidad, este es un hecho que típicamente le ocurre a los viejos o a los enfermos graves por lo que va perdiendo visibilidad pública. La manera como la gente mira con desprecio a quien envejece, con lástima al moribundo y con asco al que tiene una enfermedad contagiosa, puntualizan, no depende de valores individuales, sino de la forma en que la sociedad, los valores y sus jerarquizaciones se han hecho cuerpo y emoción.
