Debido a la captura de un comando de sicarios y al estallido de una potente bomba, las autoridades del Distrito Federal se dieron cuenta del avance y la alta peligrosidad del narcotráfico en México.
Algunos funcionarios reconocieron que el país llegó a los niveles de violencia de Colombia mientras que algunos periodistas, quizá por el susto, propusieron legalizar las drogas para aplacar a los despiadados mafiosos.
La élite política y económica de México advirtió al fin que los narcos están mejor armados que los policías y que tienen el dinero y la desfachatez para mudarse a los exclusivos sectores de San Ángel Inn o el Pedregal cuando les pegue la gana.
Al comando detenido en el Distrito Federal, supuestamente del Cártel de Sinaloa, se le decomisaron armas y balas suficientes para enfrentar a cualquier escuadrón especial de la Policía capitalina, la Federal Preventiva o la maltrecha AFI.
La bomba que estalló el viernes por error en una céntrica vialidad fue de fabricación casera, pero con la suficiente potencia como para volar varios vehículos o algún edificio público con un cuantioso saldo en pérdidas materiales y humanas.
Por suerte el artefacto cobró únicamente la vida del agresor lo que ocasionó además que las autoridades descubrieran pronto el origen y los móviles del ataque explosivo.
Un analista comentaba que México había llegado a los niveles de violencia de Colombia de los ochenta, pero sin recordar que tal índice se registra desde hace por lo menos cinco años, especialmente en la frontera Norte en donde el narco utiliza toda su fuerza física y económica para imponer su ley con la venia de policías y funcionarios corruptos.
Desde 2006 ocurren en México cerca de tres mil crímenes al año relacionados con narcos, no muy lejos de los 3,900 soldados norteamericanos muertos en la guerra de Irak.
En 2004 se registró un promedio de 3.3 asesinatos por día producto de las mafias de las drogas, cantidad que en 2007 ascendió a los seis crímenes diarios.
La actividad del narcotráfico que manejan los cuatro grandes cárteles genera ganancias anuales por 50 mil millones de dólares, sólo debajo de los ingresos que recibe Petróleos Mexicanos, pero por encima de las divisas del turismo y de las remesas enviadas por los mexicanos en el extranjero.
Fuentes oficiales de Estados Unidos señalan que el 90 por ciento de la cocaína que cruza a ese país pasa por México, porcentaje que en 2004 andaba sobre el 70 por ciento.
La actividad del narcotráfico creció a pasos agigantados en México de ahí la urgencia del Gobierno de Felipe Calderón por combatir tan terrible plaga antes que termine por controlar no sólo a las policías sino también a gobiernos, partidos y sociedad en general.
Lo extraño es que los capitalinos se den cuenta hasta ahora de tan dramática realidad que desde hace años sufren estados como Sinaloa, Baja California, Chihuahua y Tamaulipas.
Bajo este negro panorama la intervención directa de los militares en la lucha contra el narcotráfico ha resultado indispensable además de oportuna.
Por ello sonó con fuerza la ratificación por parte del secretario de la Defensa Nacional, general Guillermo Galván, de la embestida militar contra las mafias. “No daremos ni un paso atrás, continuaremos sin descanso hasta someterlas. Sus intereses no son superiores a los de México”, precisó en la reciente celebración del Día del Ejército.
Obviamente hay riesgos de que los militares se excedan en sus funciones, pero de los males el menor porque a estas alturas dejar el combate de las drogas a las policías y autoridades civiles sería tanto como poner a la Iglesia en manos de Lutero.
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