NUEVA YORK.- Zimbabue enfrenta una verdadera crisis humanitaria. Desde septiembre pasado a la fecha más de mil personas han muerto a causa de un brote de cólera que parece imparable. De acuerdo con la organización Médicos Sin Fronteras, actualmente se atiende a más de 20 mil personas afectadas por el cólera, al tiempo que más de 40 mil zimbabuenses han buscado asilo humanitario en la vecina Sudáfrica.
Por casi 29 años, Robert Mugabe ha mantenido el control político en Zimbabue. Mugabe, quien se convirtió en un héroe nacional al ser figura clave para la independencia de este país africano del dominio británico, hoy no es más que el verdugo de una pobre nación de poco más de 12 millones de personas. Mugabe, uno de los más terribles integrantes del club de tiranos que se niega a desaparecer.
En Zimbabue se mezclan las peores pesadillas posibles de una nación al borde de la extinción y de un Estado fallido. Casi el 30% de la población vive con el virus del VIH-Sida; la expectativa de vida es de apenas 39 años; más del 70 % de la población vive en la pobreza, al tiempo que el PIB per cápita es apenas alcanza los 200 dólares anuales; la inflación rebasa el ¡231 millones % anual!; más de la mitad de la población no tiene acceso a agua potable o libre de bacterias; la mortalidad materna e infantil va al alza año con año. En fin, la lista de la factura de Mugabe es inaudita e inaceptable, por decir lo menos.
Pese a todo lo anterior, y pese a haber perdido las elecciones en marzo pasado, Mugabe sigue aferrado en su trono. Se ha negado a reconocer los resultados electorales, que le dieron el triunfo al opositor Movimiento para el Cambio Democrático (MDC) y a su líder, Morgan Tsvangirai, y ha desatado una campaña de opresión en contra de los opositores a su régimen.
Los gobiernos europeos han llamado a Mugabe a renunciar. En una entrevista reciente con el diario español El País, el canciller francés, Bernard Kouchner, declaró sin tapujos, “Zimbabue es el fracaso más absoluto de Europa” en referencia no a la macabra historia de la experiencia del colonialismo europeo en África, sino a la hasta ahora negligencia europea en tomar acciones más definitivas en contra del régimen del tirano. A este creciente clamor internacional anti Mugabe se unió la saliente secretaria de Estado estadounidense, Condoleezza Rice, quien dijo que “ya es tiempo de que se vaya.” Sin embargo, los gobernantes africanos, particularmente los vecinos de Zimbabue, han arropado a Mugabe, reconociendo su labor en contra del colonialismo europeo en África y sin una condena unánime de los líderes africanos en contra del régimen zimbabuense, Mugabe seguirá siendo presidente, tal vez hasta su muerte.
Desafortunadamente, Zimbabue no es la excepción en el continente Africano. Emergencias como la que se vive actualmente en ese país desatan la atención de los medios de comunicación, pero el continente está plagado de gobiernos corruptos, autoritarios e ineficientes que son liderados por hombres, y algunas mujeres, cuyas manos están manchadas de sangre. Sudán vive aún un genocidio étnico en Darfur. La República Democrática del Congo vive bajo la violencia que ha desplazado a miles de personas. Suazilandia está a merced del último monarca absoluto del mundo. En fin, la lista es enorme. Ante esta situación, los gobiernos europeos y el estadounidense analizan los alcances y la efectividad de las intervenciones humanitarias, mientras que los gobiernos latinoamericanos, africanos y asiáticos se sienten completamente ajenos, limitados o hasta molestos por el intervencionismo con fines humanitarios.
Precisamente esa división es la que no permite el fortalecimiento y la renovación de organismos internacionales como la ONU. Precisamente esa división se convierte al final del día en una negligencia y en una complicidad indirecta con tiranos como Mugabe. La diplomacia mexicana tendrá que decidir si es cómplice o no al posicionarse frente a estos temas “ajenos” a partir de enero próximo en el Consejo de Seguridad…
Politólogo e Internacionalista
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