Las noticias parecen provenir del mundo bizarro, aquél de los cómics de Supermán en donde todo funcionaba al revés. La prensa notifica que en la frontera entre México y Estados Unidos se está dando el caso de conductores norteamericanos que cruzan la línea para venir a cargar gasolina en México, en vista de que los precios del combustible son mucho más bajos acá. Lo cual podría explicarse porque éste es un país exportador, en tanto que Estados Unidos es un país importador, y a lo bestia, de hidrocarburos.
El problema es que la gasolina es más barata acá no por la productividad y eficiencia de esa pila de chatarra controlada por gángsters que es Pemex; sino porque el Gobierno Federal está invirtiendo miles de millones de pesos de nuestros impuestos para subsidiar el precio del combustible. La cuestión es que el dinero que yo le entrego chillando y pataleando a una Hacienda voraz y depredadora, termina subsidiando a un texano pecoso que, muy orondo, cruza el puente para llenar su tanque.
Lo que está ocurriendo es una muestra más de que nuestra clase política sigue sin entender los rudimentos más básicos de la economía; y que no ha aprendido de los costosísimos errores del pasado. Y por eso nos va como nos va.
Por un lado, en este país la Ley de la oferta y la demanda no es una Ley: es una especie de fenómeno aleatorio que depende de la voluntad de los potentados en turno. Así, cuando en todo el mundo descendían los precios del petróleo, allá en los noventa, aquí la gasolina en las bombas de los concesionarios de Pemex seguía subiendo. ¿Por qué? ¡Quién sabe! Y cuando luego los precios mundiales subían, acá también seguía aumentando la gasolina. ¿Por qué? ¡Quién sabe! Y en el último año, en que los precios del hidrocarburo han batido récords históricos, el precio se ha mantenido constante. ¿Por qué? Ahí sí sabemos por qué: por el subsidio que pagamos todos… incluso los que no tienen automóvil.
Se nos dice que el subsidio beneficia a todos, porque le pone un tapón a algunas presiones inflacionarias. Que de hecho es más positivo para quienes menos tienen, porque son los más lastimados cuando se desata la inflación y la consiguiente escalada de precios.
Será el sereno, pero a quien yo veo como principal beneficiaria es a la consumista, esnob, ignorante y chacharera burguesía mexicana, que de unos años a esta parte se ha dado gusto comprando y manejando camionetotas (llamadas SUV’s en Estados Unidos) que tragan gasolina como desesperadas, son un insulto a la conservación de los recursos de nuestro planeta, y suelen ser manejadas por señoras incapaces de controlar un vocho, mucho menos un mastodonte de tonelada y media, frecuentemente usado para llevar al kínder… a un par de niños.
Así pues, eso de los subsidios, como suele ocurrir en este país, viene siendo una calamidad para el futuro… un desastre esperando ocurrir.