Sudando la camiseta
Especie en peligro de extinción
Ayer se disputó la final de la Copa Sudamericana entre Inter de Porto Alegre y Estudiantes de La Plata y fue una grata sorpresa poder apreciar el talento de Andrés D’ Alessandro. El argentino llevó los hilos del equipo brasileño a un triunfo sobre sus compatriotas, en un emocionante encuentro.
“El Cabezón” tiene un romance con la redonda, todos los ataques de su equipo se orquestan en sus pies, manda desde el centro del campo, pero también se mueve por ambas bandas, pone pases filtrados, driblea, tira centros y su toque privilegiado de pierna izquierda lo convierten en el cerebro del equipo amazónico.
Es cierto que no es un guerrero de la cancha y su trabajo de recuperación es casi nulo, pero su aporte al ataque compensa su escasez defensiva.
En un futbol moderno donde empiezan a disminuir la cantidad de jugadores de estas características, que se conocen como “10”, se agradece el sazón que estos jugadores le dan al futbol.
D’ Alessandro surgió de las inferiores de River Plate y rápidamente acaparó las miradas del Viejo Continente, tras una disputa entre varios equipos, la mejor oferta vino del Wolfsburg de Alemania y a los 22 años inició su aventura en tierras europeas. A pesar de sus cualidades no pudo ser constante. Las altas expectativas generadas en torno a su fichaje y los malos resultados del equipo alemán lo convirtieron en un nómada en Europa, primero se fue a préstamo a Inglaterra con el Portsmouth y luego al Zaragoza de España.
Su estilo fue totalmente incomprendido en el balompié europeo, que es de mucho físico, de meter fuerte la pierna y correr los 90 minutos, y donde cada vez más se relega la posición del hombre creativo por mediocampistas recuperadores y de mucho fuelle, o por el delantero veloz que define frente a la portería. Y fue sólo en el futbol brasileño donde pude encontrar su lugar, solamente en un lugar del planeta donde aún se aprecia a los artistas del balón, en donde se juega más a meter goles que a defenderlos.
En el futbol mexicano también se extrañan este tipo de jugadores, que cada vez son menos, casos como Daniel Ludueña, Sinha, y, en estos momentos de liguilla, Cuauhtémoc Blanco, jugadores que buscan trascender más allá del resultado del partido y patean por el puro gusto de hacer rodar el balón.