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Raúl Zugasti Reyes

Cultura taurina

En la mayoría de las plazas de toros en el mundo existe una cultura para que los aficionados disfruten cómodamente de su espectáculo preferido.

Desde luego que en todas existen “cubeteros” y vendedores de golosinas y antojitos, pero están tan involucrados en la fiesta brava, que son muy respetuosos del público, quienes les permiten ver el espectáculo taurino sin contratiempos, mucho menos estorbos.

En la Comarca Lagunera, y me estoy refiriendo a las plazas de toros “Salvador Barrera” de Ciudad Lerdo, Plaza Torreón y ahora el Coliseo Centenario, a los promotores y empresarios les falta inculcarles la cultura del respeto a los “cubeteros” y vendedores para con el público.

Y esta gente de toros, que han pisado infinidad de cosos taurinos, no me dejarán mentir.

Porque en la Plaza México, cuando se escuchan los parches y metales para que salte a la arena el primer toro de la tarde, “cubeteros” y vendedores se “tapan” en automático, o sea que dejan de vender sus productos mientras permanece la lidia del burel. Y vuelven a emprender su labor de vendimia cuando el torero se tira a matar, acierte o falle, se empiezan a escuchar los gritos de quienes acuden a ganarse el pan nuestro de cada día.

Y eso en Torreón y en Ciudad Lerdo no ocurre.

Los encargados de vender cerveza, refrescos y golosinas no tienen ningún respeto para el público en los tendidos, mucho menos para los toreros que en el ruedo se están jugando la vida.

Se atraviesan tapando la visibilidad del público. Y la gente, por respeto a quien desempeña una labor definida en los tendidos, se aguanta. Es cierto, la afición hace coraje, porque en el momento de la lidia se le para enfrente uno de los vendedores, impidiendo, involuntariamente, si así lo quiere, pero no le permite darle seguimiento a lo que está ocurriendo en el ruedo.

Sería bueno que promotores y empresarios de los cosos taurinos de la Región comenzaran a inculcar la cultura del respeto hacia el público. Porque finalmente vendedores y “cubeteros” dependen de ellos, será cosa de iniciar para que esto se haga costumbre.

Algunos aficionados a la fiesta brava, quienes el viernes anterior acudieron al Coliseo Centenario a disfrutar la segunda novillada del Serial Novilleril 2008, se quejaban con nosotros algo molestos con los vendedores, porque seguido les tapaban la visibilidad.

Reconocen que esas personas se están ganando la vida honradamente, pero no aceptan que en un inmueble tan moderno, cómodo y funcional, como lo es el Coliseo Centenario, no se le guarde consideración a la gente que paga un boleto para disfrutar del espectáculo, en este caso de la fiesta brava, teniendo que estar cabeceando de un lado a otro para no perder la continuidad de lo que ocurre en el coso.

Los señores promotores y empresarios tienen la palabra.

Y ya que estamos en lo del Coliseo Centenario, un llamado al señor juez de plaza, Marcelo Acosta, para que ponga orden en el callejón. Ahí sobran muchas cabezas, que únicamente estorban la labor de los peones, quienes sí tienen una función específica que desempeñar.

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