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Suicida

Federico Reyes Heroles

Todo partido político ambiciona detentar el poder. Ese es su objetivo central, ser Gobierno y llevar a la realidad su doctrina. Mantenerse en el poder es un reto aún mayor. Gobernar desgasta. Los fracasos traen facturas. Pero los partidos no viven en el éter. Para conseguir los votos necesitan conocer a su sociedad y convencerla de que sus paradigmas son mejores que los de otros partidos. En última instancia los partidos dependen de las creencias y valores de la sociedad.

Pero las sociedades mutan. De ahí que los partidos tengan que reinventarse permanentemente. No es lo mismo una sociedad rural que una urbanizada, no es lo mismo una sociedad de jóvenes que una mayoritariamente de adultos. No es lo mismo un país de analfabetas que uno educado. Muchos de esos cambios son muy lentos lo cual provoca que uno se olvide de ellos. Sólo las estadísticas nos regresan a la realidad. México es ya un país básicamente urbano (75%); la mayoría de los empleos se encuentra en el sector servicios (58%), los llamados trabajadores de cuello blanco crecen día a día. En contraparte los mexicanos dedicados a la agricultura disminuyen, hoy son sólo el 17% y los obreros típicos, de cuello azul, ya no crecen, 25%.

No hay novedad en el retrato, es el resultado de las mismas transformaciones que sufre cualquier sociedad que se desarrolla. Las clases de ingresos medios crecen día con día. México es ya un país donde la gran mayoría de sus habitantes –alrededor del 83%- se define a sí misma como perteneciente a las clases de ingresos medios. Sólo un 16% de los mexicanos se mira a sí mismo como pobre. Por supuesto si comparamos los ingresos de nuestras clases medias bajas con las de cualquier país desarrollado podríamos concluir que allá serían pobres. Pero la percepción conduce en buena medida la mente de las personas: si se conciben a sí mismas como de ingresos medios probablemente es que tienen referentes cercanos de pobreza que los llevan a verse en un peldaño superior. No es irresponsable decir que a México ya lo gobiernan las clases medias.

Esos nuevos segmentos tienen requerimientos muy diferentes. Al ser urbanos enfrentan cotidianamente necesidades de vivienda, transporte, seguridad, educación y consumo que nada tienen que ver con las de una familia campesina. Las ciencias sociales han encontrado que esas clases medias tienden a situarse en el centro del espectro político. Los planteamientos radicales de derecha e izquierda les son lejanos, poco atractivos. De ahí que en una sociedad de clases medias las propuestas de los partidos tienden a ser semejantes. No puede ser de otra forma, la mayoría de los votantes está en el centro. Ni Barack Obama ni McCain, con todas sus diferencias, pueden darse el lujo de perder al “mainstream”, al centro de su país.

Pero en México pareciera que los partidos políticos tienen un severo problema para reconocer a las clases medias. El 68 fue una brutal reacción autoritaria frente a las emergentes clases medias. En el 88 el PRI seguía confiando en el voto de sus sectores, obreros, campesinos clases populares organizadas corporativamente. Fue esa lectura la que los llevó a predecir un triunfo con más de 20 millones de votos. Salinas de Gortari llegó al poder con alrededor de 10. El PRI no supo reconocer a las clases medias que él mismo había ayudado a crear con el desarrollo estabilizador. Apostarle a un campesinado en disminución y a una clase trabajadora estancada no ha sido la mejor estrategia.

La izquierda mexicana tampoco ha sabido leer a los segmentos medios. Ofuscada con la idea de una clase mayoritaria o de la gran mayoría de pobres, invadida de tabúes en contra de la prosperidad y la riqueza, casada con una idea justiciera del siglo XIX, las clases medias que consumen son traidoras a la revolución potencial que se asienta en toda nación. Fox llegó al poder apoyado por esas clases medias. El PAN no hubiera podido conquistar el poder ni repetir en la Presidencia de no ser por esas clases medias situadas en el centro del espectro político. Por eso resulta tan desconcertante lo ocurrido en fin de semana. Pareciera otro acto suicida, ahora de Acción Nacional.

El PAN logró conquistar el poder a pesar de la fuerte carga ideológica conservadora de algunos de sus militantes que la sociedad repele. El México de hoy, sobre todo el de los jóvenes, tiene muy pocas coincidencias con puntos doctrinales candentes en Acción Nacional: relaciones premaritales, uso de anticonceptivos, aborto o simplemente el cruce de lo religioso con lo político. Buena parte de las afrentas de Fox se dio en esos territorios: desde el crucifijo en la toma de posesión. Ya en el poder se conocieron nuevas madrigueras del conservadurismo más radical, el famoso Yunque, que resultó más real que anecdótico. Sobra decir que un PAN teñido de conservadurismo difícilmente permanecerá en el poder.

¿Por qué ir a Guanajuato donde se asienta esta corriente? ¿Por qué dar apoyo a un Gobierno Estatal rodeado de personajes de ese troquel? ¿Por qué rescatar a un expresidente de ese partido que, entre muchos dislates e imprudencias, ha afirmado recientemente que Calderón llegó a la Presidencia gracias al apoyo de gobernadores priistas? Flaco servicio a Calderón. ¿Por qué darle de nuevo tribuna a un expresidente cuestionado en su integridad, polarizador y provocador como Vicente Fox? ¿Por qué asistir al nuevo mausoleo del expresidente erigido en un acto de vanidad sin límites? ¿Por qué pelearse con sus electores? Simplemente es irracional, es suicida. Por lo visto ya se les olvidó cómo es México, cómo es el elector, se les olvidó que pueden perder.

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