La clase dirigente de Jalisco sigue dando de qué hablar. Y lo que ocurre en tierras del mariachi y el jarabe nos habla horrores de la degradación a que se está llegando entre quienes, en teoría, deberían ser modelos y guías de la gente que no ocupa tan preeminentes posiciones.
Por un lado, el gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, se hizo nacionalmente famoso por los desplantes y lenguaje de carretonero de que hizo gala en una función benéfica a la que llegó en estado incróspito. Se burló de quienes han criticado los sustanciosos donativos que el Gobierno de Jalisco le ha hecho a la Iglesia Católica para la construcción de una megaobra, el Santuario de los Mártires. Bueno, no se burló. Más bien les mentó la madre. Eso sí, primero se disculpó con el cardenal Juan Sandoval Íñiguez, quien suponemos que le dio su paternal autorización.
Por andar haciendo semejantes panchos, a González Márquez ya le andan diciendo el Gober Ebrioso. Moraleja: primero deja que se te baje la guarapeta antes de tomar un micrófono. Si nuestros políticos estando sobrios, sabe Dios las barbaridades que dicen…
Aquí la cuestión es que el cardenal no ha dicho ni pío de las fuertes condenas que ha recibido el gobernador por andarle abriendo la bolsa del erario público jalisciense. Digo, ya estallado el escándalo, lo sensato sería que la Iglesia Católica dijera que muchas gracias, pero no podía recibir esa cuantiosa limosna realizada con dineros públicos… entre los que se hallan contribuciones e impuestos de ciudadanos que no son católicos ni quieren saber nada de mártires, sahumerios ni cardenales.
Pero no. Supongo que riéndose como el Lindo Pulgoso, Sandoval Íñiguez se embolsó el dinero que tantas iras ha suscitado. No sé cómo se diga en latín “Matanga dijo la changa”, pero algo así parece haber pasado por la purpurada cabeza de Su Eminencia.
Y para acabar de fruncir lo arrugado, en una homilía reciente, Sandoval Íñiguez se sacó de la manga que no hay rico honrado, porque “trabajando nadie se hace rico”. O como diría el maestro Honorato de Balzac, detrás de toda gran fortuna hay un pequeño crimen.
La cuestión es que semejantes comentarios le cayeron como patada en el estómago a los ricachones jalisquillos, muchos de los cuales han proporcionado jugosos donativos a la Iglesia. Si es para lavar su conciencia, vaya uno a saber. Pero las declaraciones de Su Eminencia pueden servir de ejemplo de la acción de patear el pesebre o pegarle de mordidas a quien le da a uno de comer.
Lo peor es que, como lo apuntó un furioso empresario jalisciense, Sandoval vive como rico, “como monarca”. Así que en cierta forma se echó solito la soga al cuello.
Total, que casi a diario las figuras de supuesta autoridad dan de qué hablar. Uno siente ganas de decir “perdónalos Señor, que no saben lo que hacen”. Pues no sabrán, pero bien que se dan la gran vida…