La preocupación por el ambiente, desde hace ya algunos años, está en boca de los niños y los jóvenes, quizá más que en los adultos. Aun los más pequeños ya escuchan y manifiestan interés en el calentamiento global, la contaminación, el reciclaje, la separación de basura. Cuando llegan a la secundaria ya ubican elementos de la tabla periódica como el plomo y el arsénico, no por que los hayan estudiado con anticipación, sino porque son tópicos (y elementos) que han estado en el ambiente. Por eso no es de sorprender que los alumnos de la UIA hayan optado por traer a profesionales y académicos para hablar de techos verdes, energía solar, alimentos transgénicos, bonos verdes, vivienda sustentable, problemas del arsénico en La Laguna, entre otros muchos temas, durante la sexta semana universitaria.
Dos corolarios se extraen de la mayor parte de las conferencias: la irracionalidad con la que hemos actuado los humanos en los últimos siglos contra la naturaleza, cuyo resultado ha sido el gasto no sólo de lo que nos tocaba sino de las generaciones por venir y el segundo: la vuelta a muchas soluciones, sencillas, que proponían nuestros ancestros en la construcción de vivienda, el consumo de alimentos naturales, el propósito racional de los inventos.
En varias ponencias se abordó la posibilidad de construcción de vivienda sustentable, que recoge elementos tan básicos como los alerones en las ventanas. El arquitecto Jorge López Obeso, se sorprendió, en un rápido recorrido que hizo por nuestra ciudad, que no mitiguemos el intenso calor poniendo resguardos en las ventanas “para hacer sombra, como se hacía en las casas antiguas”. Él mismo presentó un proyecto que el despacho de Sánchez + Higuera, realizó para la ciudad de Guadalajara, el de la Villa Panamericana. La consigna en el diseño fue la posibilidad de aislar los espacios del calor lo más posible, utilizando materiales muy ligeros que permiten reducir el peso de las estructuras hasta en un 70% que las convencionales; materiales que por cierto, no tienen que pintarse (de ahí parte de la sustentabilidad), con techos verdes (se puede en Guadalajara, por la lluvia), que reducen el calor y además, recogen el agua que se utiliza en los baños mediante un tratamiento. Varios ponentes recomendaron el uso de calentadores solares; lámparas de led que consumen un mínimo de energía eléctrica, duran décadas y no se rompen; el monitoreo de gasto de energía por áreas en el hogar, para ver en dónde y por qué se está consumiendo de más (o quizá, de menos). Varios abogaron por la idea de una casa, un hogar, que proporcione información sobre lo que consume y con ello, nos permita elaborar estrategias hacia la sustentabilidad.
Sin embargo, entre varias, la conferencia que me impactó fue la del Dr. Marcos Adrián Ortega, del Instituto de Geofísica de la UNAM. Tanto en su exposición, como en algunos medios de comunicación, profundizó en las explicaciones y razones de la presencia del arsénico en agua en nuestra región, que ya algunos de nuestros especialistas regionales han investigado. No obstante hizo énfasis en los nuevos paradigmas que es preciso desarrollar para intentar resolver el problema. Mencionó el caso de Ramón Aguilar, del INIFAP en Guanajuato, quien ha realizado investigaciones con repercusión internacional, al utilizar un tercio del agua que normalmente se aplica para el cultivo de la alfalfa. Lo paradójico es que las autoridades gubernamentales no han mostrado interés alguno; por el contrario, investigadores japoneses han visitado a este académico para conocer los resultados tan benéficos a los que ha llegado. Por su parte, el mismo Ortega junto a académicos y alumnos de la UIA León, ha estado trabajando para conocer los alcances del arsénico y el flúor en comunidades guanajuatenses y en proyectos para reducir el arsénico en el agua a partir de la baba de nopal.
Interrogado el ponente en los medios de comunicación sobre el proyecto de dar nuevamente cauce al río Nazas para recargar el acuífero, señaló que puede contribuir al problema, sin embargo, pasarán décadas o cientos de años para reordenar nuevamente el ambiente. Comentó en diversas ocasiones las dificultadas causadas por las presas regionales construidas a mediados del siglo XX y que imposibilitaron que el mismo empuje de las aguas llevara los residuos de arsénico a las orillas. En su exposición, se puso nuevamente de manifiesto todo el conocimiento ancestral que perdimos con relación al cuidado del ambiente. El investigador insiste en que los laguneros hagamos la comparación entre cómo era nuestra región hace siglos y cómo se encuentra ahora, para calibrar nuestra intervención.
Estamos en un tiempo en el que ya no se trata sólo de una cuestión de conciencia, sino de desarrollar nuestro ingenio y habilidad para ser sustentables.
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