En un “madruguete” propio de los tiempos políticos que creíamos idos para siempre, los altos dirigentes de la Federación Mexicana de Futbol, en lo oscurito, a escondidas y con un sigilo empleado sólo por aquel que se sabe en culpa, trajeron el domingo por la noche a Sven-Goran Eriksson para ungirlo como el flamante director técnico de la Selección Mexicana de futbol.
La junta en que los dueños “decidirán” el futuro del Tricolor será, por decir lo menos, una formalidad, ya que un personaje de los vuelos del “míster” no creo que venga de tan lejos para recibir un desaire.
Podremos estar de acuerdo o no en el fichaje del entrenador nórdico, pero lo molesto es ese tufo a conspiración, a socarronería, a manejo hipócrita y, por supuesto, a una absoluta falta de elegancia en las formas, convirtiendo una designación necesaria en un circo. La historia reciente demuestra que en la Federación son expertos en calentar los asuntos hasta volverlos peligrosamente flamables; baste, como botón de muestra, el torpe manejo que se dio a aquel sonado caso de dopaje que le pudo costar caro al futbol mexicano.
Soltar nombres a diestra y siniestra, presumir la cartera para argüir que el precio no es problema, interinar a un ganador como Jesús Ramírez y a medio camino traer al “bueno” y querer verle la oreja al público con una supuesta reunión de propietarios donde todo va cocinado, son algunas perlas del largo collar que adorna esta faramalla.
La secrecía con que se manejó la llegada a nuestro país de Eriksson pareció romperse al privilegiar a una televisora con la exclusiva, lo cual es inequitativo y demuestra una de dos: que son muy “picudos” los reporteros en cuestión o que los altos mandos federativos “filtraron” la información donde ellos quisieron.
Lo malo no es la llegada del sueco, sino que le roba reflectores al Santos de la Comarca Lagunera, flamante campeón del futbol mexicano.
Con altas dosis de sufrimiento, el cuadro guerrero se impuso en la gran final a Cruz Azul, fruto de su victoria en el juego de ida, y llenó de alegría a esa querida región de la República.
Los cómos y los porqués ya los analizarán los expertos, mientras, por mi parte, me sumaré gozoso a los festejos, ya que desde hace mucho tiempo, a falta de triunfos pumas, siento como míos los colores verdiblancos y el buen futbol desplegado por un equipo que hace apenas un año se salvaba del descenso.
Vaya un gran abrazo para directivos, cuerpo técnico, jugadores y sobre todo para esa fiel afición de La Laguna que jamás se dio por vencida.
Ahora vienen los juegos de preparación del Tri ante Argentina y Perú y el inicio de la eliminatoria. Eriksson seguramente estará muy atento.
Por cierto, me dicen que en sueco, Sven quiere decir: Sueco Viene a Engañar Nacos.