Sonó el nombre de México y las cámaras de televisión se centraron en mostrar a la delegación de deportistas que representa a nuestro país en Beijing. Un instante después, un recuadro se abrió en pantalla para difundir otra toma: un hombre que se ponía de pie y saludaba, traje oscuro y gafas grandes, a los atletas y la bandera tricolor.
Ese recuadro había transmitido a Bush cuando desfilaron los gringos, a Sarkozy ante los franceses, a Hu Jintao cuando los chinos, pero no fue el presidente de México el que se levantó de su butaca al pasar los nuestros. Fue un mexicano que manda por encima de Felipe Calderón en el deporte: Mario Vázquez Raña.
Por más que el director general de la Conade presuma el nombramiento con la firma del primer mandatario en turno, por más que sea un atleta destacado, por más que derroche popularidad a punta de autógrafos, tiene que cuadrarse ante Mario Vázquez Raña. Los que han pasado por ese cargo lo confiesan.
De 1974 a 2001, fue presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), y en esos ¡27 años! tejió una red de alianzas con las federaciones deportivas de casi todos los países del mundo. Luego se volvió Miembro Vitalicio del COI para desde ahí poner y quitar al presidente formal del organismo. Como el de ahorita, Jacques Rogge.
A Mario Vázquez Raña lo reciben presidentes, reyes, primeros ministros, jefes de Estado y de Gobierno. Se fotografían con él y cuando quiere, los entrevista para su red de periódicos en México. A sus 76 años, es el dueño de los aros.
Olegario quiere desafiar a su hermano. Empresario favorito en el sexenio de Marta Sahagún, dueño de un consorcio hospitalario que es una máquina de hacer dinero, Olegario Vázquez Raña quiere ser el mandón en el deporte mexicano e internacional, y ha puesto su dinero –que es lo que se necesita– para conseguirlo. Va en prenda una añeja disputa familiar.
Ha creado una estructura paralela a la de Mario para afiliar federaciones deportivas, pero entre sus miembros figuran apenas asociaciones como la de charros, toreros y colombófilos (competencias de palomas mensajeras) que, sobra precisar, no son disciplinas olímpicas.
Olegario, no obstante, tiene poder político, relaciones y medios de comunicación que le dan cierta capacidad de negociación. Si algún funcionario quiere entenderse con Mario, Olegario se molesta y “jala sus hilos” para cobrársela. Y viceversa.
Le gana Mario. Dicen los que saben que el poder e influencia de Mario Vázquez Raña en la arena olímpica es sólo comparable al que tenía en vida Guillermo Cañedo de la Bárcena en la Federación Internacional de Futbol Asociado (FIFA).
Curioso que dos mexicanos hayan dominado a nivel internacional la política deportiva, uno los mundiales y otro los olímpicos, y nunca el país haya destacado siquiera en sus participaciones atléticas. Es que son dos o tres semanas de críticas ácidas y los cuatro años restantes de negociazo.