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Televisa, Telemundo, SCT

PLAZA PÚBLICA

Miguel Ángel Granados Chapa

Sorprende más que la alianza entre Televisa y Telemundo el inmediato aplauso que a esa unión ofreció la secretaría de Comunicaciones y Transportes. La ocasión fue aprovechada por esa dependencia del Gobierno Federal para mostrar un rostro que nadie sabe que tenía. Dijo la SCT que el acuerdo entre esas televisoras coincide con el propósito de “la presente Administración” por impulsar “la diversidad y pluralidad de contenidos en beneficio de los televidentes”. Dijo también esa secretaría que “ha pugnado por que se abran las redes existentes” a producciones de terceros que propicien “una gama más extensa de programación”.

La SCT no podría citar una sola acción suya en que se concreten las plausibles nociones enumeradas en su boletín del martes pasado. Sí pueden citarse, al contrario, declaraciones de su titular Luis Téllez, contra la posibilidad de que exista una tercera cadena en televisión, objetivo que Telemando se había trazado y al que renunció después de padecer la rudeza de sus eventuales competidores. Ya que no pudo entrar por sí sola en el mercado mexicano, a Telemundo no le ha quedado otra opción que asociarse a Televisa, que en su momento utilizó su programación noticiosa para combatir, con éxito, el propósito de Telemundo.

En busca de presencia en el mercado mexicano Telemundo emprendió varios intentos, todos frustrados. Ante la crisis del canal Cuarenta, provocada por TV Azteca, que a la postre desposeyó de ese canal al concesionario Televisora del Valle de México, Telemundo se manifestó dispuesta a financiar los pasivos de la empresa de Javier Moreno Valle. Pero la misma SCT (si bien con otro titular, el antecesor de Téllez, Pedro Cerisola, que aparenta ser campeona de la diversidad), sin tener la competencia para ese efecto, estorbó esa operación, impidió que se restaurara el funcionamiento del Cuarenta y facilitó la usurpación de su señal por TV Azteca.

Eso no obstante, Telemundo insistió en funcionar en México. Jeffrey Inmelt, presidente del consejo de General Electric (uno de los consorcios propietarios de Telemundo, con los estudios Universal y la cadena NBC) visitó en enero del año pasado al presidente Felipe Calderón, a unas semanas del inicio de su Gobierno. Durante su campaña electoral Calderón se había manifestado por que hubiera competencia en mercados dominados por monopolios, especialmente en el ámbito de la comunicación electrónica. Pero lejos de poner en práctica esa posición retórica, debe haber desalentado a Immelt, aunque éste declarara que perseveraría en su objetivo. No lo acompañó en su propósito de mantenerse en la liza, sin embargo, el socio mexicano que permitiría a Telemundo asentarse en nuestro país.

El poderoso inversionista Isaac Saba era dicho socio mexicano. Imbatible en el terreno de los negocios, Televisa y TV Azteca decidieron aterrorizarlo mediante una de sus peores prácticas, con las que han probado su capacidad para deturpar a quienes consideran sus enemigos. Uno de los negocios de Saba es la distribuidora de fármacos que perteneció a la familia Autrey, y que con Nacional de drogas (Nadrosa) concentra una enorme porción del mercado de mayoreo de medicamentos. En obvia concertación, los noticiarios del duopolio mostraron a la Casa Saba como la responsable de no pocos problemas de salud pública en México debido a su voracidad, que encarece las medicinas. Con todo su poder, Saba no resistió la embestida y se retiró de la asociación con Telemundo.

El anuncio del presidente de General Electric de mantenerse en la pelea por contar en el mercado televisivo mexicano, tuvo entonces que hacerse realidad por otros caminos. En una maniobra táctica que aprovecha el litigioso panorama de la televisión en español en Estados Unidos, Telemundo firmó esta semana un acuerdo con Televisa, olvidando las ofensas que infligió a su ex socio mexicano. Televisa ha luchado por desembarazarse de un incómodo nexo con Univisión, tras fracasar en el intento de adquirir este consorcio. Es posible que en abril se declare inválido el contrato de exclusividad que ha resultado lesivo para Televisa, que obtiene ganancias menores por el uso de sus telenovelas en la red de Univisión. Le viene bien, entonces, contar con un nuevo canal de entrada a los hogares norteamericanos donde se habla español, mientras que a Telemundo le conviene iniciar su presencia en México aun dependiendo de quien se opuso con fiereza a ese logro.

Telemando podrá transmitir hasta mil horas de su programación a través del canal nueve, de Televisa (que antaño, con el número ocho, fue operado por Televisión independiente de México, que fue un efímero competidor de la familia Azcárraga hasta que lo venció absorbiéndolo). Contará además con un canal propio a través de los sistemas de acceso restringido propiedad de Televisa, Sky y Cablevisión. La primera domina enteramente la difusión satelital y la segunda controla buena parte del mercado cablero. Televisa ofreció a Telemundo, en este acuerdo, acceso a otros canales de difusión, en lo que el monopolio mexicano comienza a adentrarse, como Internet y telefonía móvil, y a mercados donde ya es poderoso, como videos y DVD.

El acuerdo entre Televisa y Telemando concreta una lección de largo alcance. Con autoridades reguladoras (la Cofetel y la SCT) dominadas por las empresas reguladas, sólo es posible el ingreso de nuevos participantes aliados, no opuestos a los que rigen el mercado, que de ese modo refuerzan sus sólidas posiciones.

(No mañana, sino hasta el martes 25 nos encontraremos aquí de nuevo).

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