El alcalde Carlos Aguilera dialoga con los policías municipales inconformes.
Un día después del ataque al edificio de Seguridad Pública, el nerviosismo se mantiene en el ambiente de la Ciudad Jardín y el corazón de la urbe luce desolado.
El miedo no desapareció ayer del centro de la ciudad. Una confusión y el estado de alerta de los agentes de policía, estuvo a punto de desatar una balacera en la plaza principal, lo cual ocasionó temor entre las decenas de personas que por ahí se encontraban y que corrieron para protegerse. Aunque se escuchó un disparo, al final todo quedó sólo en susto.
Desde la mañana se sentía el nerviosismo entre la población, luego de los hechos ocurridos un día antes -el pasado lunes cuando fueron asesinados cuatro policías preventivos-, e incluso no todos los establecimientos comerciales abrieron al público.
Al filo de las 8:30 horas, los agentes de la Dirección de Seguridad Pública Municipal, así como los de Tránsito y Vialidad, se apostaron a las puertas de la Presidencia Municipal para hablar con el alcalde, Carlos Aguilera Andrade.
Poco después llegó el edil y se entrevistó con los uniformados, quienes le exigieron mayor sueldo, mejor armamento, municiones, chalecos e incremento del seguro de vida.
El alcalde les pidió a los elementos entrar al edificio para continuar la plática y les dijo tener conocimiento del reporte de varias camionetas por el rumbo de la colonia Quintas Lerdo.
Alguien propuso que saliera todo el personal de la Presidencia Municipal y de nueva cuenta se desató la sicosis tanto en el edificio municipal como en los alrededores, pues la versión de las camionetas en la ciudad corrió en forma rápida. Todos los empleados, funcionarios y regidores, abandonaron el edificio.
Decenas de curiosos y reporteros de los diferentes medios permanecían a la expectativa en la plaza principal, al igual que elementos de la Policía Federal y algunos de la DSPM.
La ceremonia luctuosa programada para los elementos caídos en el cumplimiento de su deber, se tuvo que suspender por la sensación de inseguridad y temor presente y para evitar alguna tragedia mayor.
Notoria fue la ausencia del director general de Seguridad Pública Municipal, Abelardo Díaz Pedroza, quien de acuerdo a lo informado por el alcalde, anduvo trabajando hasta altas horas de la madrugada en el rondín de la Policía Federal y el Ejército, pero se presentaría más tarde.
Al filo de las 10:10 horas varios elementos federales y municipales que se encontraban en la plaza principal, frente a la Presidencia Municipal, corrieron con sus armas largas preparadas hacia la esquina de avenida Allende, toda vez que vieron llegar a un sujeto que llegó en una camioneta oscura y se bajó para llegar por ese lugar a la plaza, lo cual provocó que la gente corriera para protegerse.
De inmediato cuatro agentes que llegaron primero con el “sospechoso”, le ordenaron tirarse al piso bocabajo y lo registraron para ver si andaba armado, pero lo único que traía a la cintura era su celular.
El asustado “sospechoso” se identificó ante los agentes como trabajador de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) y se aclaró que todo fue una confusión, cuando ya todo mundo pensaba que se desataría la balacera. El empleado federal se había acercado con un fotógrafo de un medio de comunicación, para preguntarle sobre lo sucedido.
“Mamá, ya vámonos. Usted se quiere quedar a ver”, decía llorando y con el miedo reflejado en su rostro un niño de unos 11 años a su madre, afuera de un puesto de gorditas de la plaza, por el lado de la calle Hidalgo, donde trabaja la mujer.
“Guayabita, ya cierra mejor”, le gritó un hombre al bolero que se instala también en la plaza principal y quien recibió la sugerencia como si la estuviera esperando, pues rápido guardó sus herramientas de trabajo para retirarse.
Por su parte, el alcalde se reunía en el Salón Azul de la Presidencia Municipal y tras escuchar sus inquietudes y demandas, les pidió esperar hasta este día para darles una respuesta concreta.
“Es normal, los agentes están inconformes y algunos tienen temor. Lo entiendo y vamos a ver la mejor manera de responderles a los que se quieran quedar, pues tengo entendido que varios quieren renunciar”, declaró el alcalde luego de la reunión que tuvo con los policías los agentes de Tránsito.
Sin honores
Los cuatro policías de Lerdo que murieron la tarde de ayer en manos de un comando armado, no fueron despedidos con honores. Los familiares de cada uno de ellos velaron los cuerpos en sus casas. Tal situación molestó a sus compañeros quienes consideran que los elementos cayeron en cumplimiento de su deber.
Sin embargo, el alcalde Carlos Aguilera manifestó que tal acto no se realizó por una serie de situaciones que se presentó durante el día, como el paro de los policías, el diálogo que sostuvo con ellos, así como la presencia del Ejército Mexicano y las Fuerzas Federales ante la presunta presencia de un comando armado.
“Se están cubriendo todos los gastos, todo el apoyo, por lo pronto se les están pagando todos los gastos funerarios y luego estamos en víspera de platicar con los familiares para ver de qué manera más podemos ayudarles”, explicó Aguilera.
Los cuatro agentes de Seguridad Pública caídos son Celestino Castro Villalpando, que contaba con 41 años, José Luis Carranza Rojas, de 39 años, Fernando Madrid Ramírez, quien contaba con 26 años de edad y Roberto Rodríguez Banda, de 30 años.
“El compañero Carranza dio la vida por las cheyenes (mujeres policía)”, comentó una de las agentes que presenció el momento en que el policía Luis Jesús Carranza Rojas fue acribillado en el área de detenidos de la Dirección General de Protección y Vialidad de Lerdo.