Alcancé a escucharlo cuando encendí la radio. El comentarista de la emisora capitalina explicaba que los acontecimientos económico-financieros en las últimas dos semanas eran de tal importancia que los radioes cuchas debiéramos considerarnos privilegiados testigos de la Historia. Así, con mayúscula. The History. Not the story.
Dudoso honor. Los de mi generación hemos sido testigos-partícipes de muchas. 13 crisis económicas en los últimos 26 años.
Aquí la letanía: 1982 Crisis de las sociedad de ahorro y préstamo en EUA. 1982 Crisis de la deuda externa en México. 1987 Crack de las bolsas de Nueva York y Mexicana de Valores. 1989 Crisis de los bonos chatarra (junk bonds) en EUA. 1990 Crisis financiera en Japón. 1992 Crisis cambiaria en el sistema europeo. 1995 Crisis financiera (efecto tequila) en México y Fobaproa. 1997 Crisis financiera en Asia (efecto dragón). 1998 Crisis en Rusia (efecto vodka). 1999 Crisis brasileña (efecto samba). 2000 Crisis del NASDAQ y desplome de las acciones empresas punto.com en EUA. 2001 Crisis en Argentina (efecto tango). Y para este 2008 Crisis en EUA. ¿Qué nombre le gustaría?
A posteriori abundan las explicaciones. Y algunos analistas económicos hacen malabares logísticos para hilar razones comprensibles, aunque parciales. Ciertamente los instrumentos financieros garantizados mediante hipotecas de dudoso repago fueron sobrevaluados por una demanda codiciosa, pero también el incremento en la oferta de dichos títulos tuvo que ver con la posibilidad de trasladar el riesgo hacia entidades aseguradoras, y con la propensión al consumo crediticio de los hogares estadounidenses. Como todo sistema, la respuesta nunca se encuentra solo en alguna parte, sino en el sistema financiero todo.
Hay todavía expertos que no aceptan las deficiencias del sistema, y siempre encontraran una explicación a toro pasado. Argumentando así, que la crisis en 1982 de la deuda externa en México fue resultado de una alza en los tipos de interés internacionales, provocada por las presiones inflacionarias que desato el alza del petróleo causada por el episodio de los rehenes en Irán. O que la crisis de 1994-1995 en México resulto únicamente de una errónea ampliación de la banda cambiaria, o de la desaforada emisión de tesobonos denominados y pagaderos en dólares para sostener el ancla cambiaria-inflacionaria durante el sexenio previo.
La teoría económica ofrece diversas explicaciones para la génesis de las crisis, y estas tradicionalmente se agrupan en cuatro modelos: El modelo monetarista representado por Milton Friedman; El modelo de creatividad destructiva representado por Joseph Schumpeter, el modelo Keynesiano de las fluctuaciones en la eficacia marginal del capital; y el modelo Marxista de asimetrías en la valorización del intercambio monetario entre los factores de la producción.
Pero cuando la idea es repartir culpas de las crisis, las favoritas suelen encontrarse en tres categorías.
Los neuro-economistas que sostienen que los seres humanos somos codiciosos, gregarios y miedosos, y por eso corremos a invertir en instrumentos riesgosos que prometen una rentabilidad mas alta, porque queremos (y creemos) ser mas sofisticados financieramente que nuestros vecinos, porque “todo mundo sabe” que es una buena inversión o un buen crédito, y porque también a las primeras bajas vendemos en estampida.
Los neo-institucionalistas, que sostienen que los verdaderos culpables son las instituciones gubernamentales, que con regulaciones laxas al sistema financiero toleran la selección adversa y propician el riesgo moral. Los conspiracionistas, quienes afirman que todo es una infernal maquinación del “gran capital” para seguir sojuzgando el mundo.
Lo cierto es que un denominador común en cualquier crisis es el endeudamiento excesivo de personas, familias, empresas, y países. Tal vez sea el tiempo de no olvidar los consejos de nuestros padres y abuelos. No gastar mas de lo que se gana, trabajar de gallo a grillo, invertir solo en lo que entendemos, y nunca vivir de prestado. Acepto que también resulta mas fácil decirlo a toro pasado.
Heriberto Ramos Hernández, haramos67@hotmail.com