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Texcoco, tierra con espíritu metalero

Los músicos oriundos de Texcoco, en el Estado de México, le dan brillo a las secciones de metales de varias orquestas del país. (Fotografía de El Universal)

Los músicos oriundos de Texcoco, en el Estado de México, le dan brillo a las secciones de metales de varias orquestas del país. (Fotografía de El Universal)

El Universal

MÉXICO, DF.- A los descendientes del rey poeta les late el metal. Traen en la sangre el gusto por extraer sonidos de cornos, trompetas, tubas y trombones.

Texcoco es un sitio metalero. Los músicos oriundos de este municipio en el estado de México le dan brillo a las secciones de metales de varias orquestas en el país.

La sección de metales de la Sinfónica de Querétaro prácticamente es texcocana, lo mismo que tres cornistas de la Filarmónica de la Ciudad de México y un trombonista de la Orquesta del Teatro de Bellas Artes, por no hablar de los que pertenecen a la Filarmónica de la UNAM o a la Sinfónica de Acapulco.

Tal semillero ha encontrado terreno fértil en la banda, ensamble musical integrado exclusivamente por instrumentos de viento, en donde los clarinetes toman el papel de los desterrados violines.

No hay un número exacto de bandas en el municipio. Pueblos como San Jerónimo Amanalco, con menos de 4 mil habitantes, cuentan hasta con 10 agrupaciones que rondan entre los 20 y 40 integrantes. Por esa cifra andan otras dos comunidades famosas por sus músicos: Santa Catarina del Monte y Santa María Tecuanulco.

“La tradición viene de años. Mi abuelito y mi papá eran músicos. Mi abuelo paterno tocaba la chirimía y el materno tocaba el barítono. Mi papá daba clases en la secundaria y me enseñó a tocar el trombón a los 12 años, a esa edad entran los niños a las bandas”, dice el maestro Joel Aguilar, trombón principal de la banda de la Secretaría de Marina.

Nacido en San Jerónimo Amanalco, el maestro Aguilar toca en la Banda de los Peralta, que tiene 20 integrantes. Actúan generalmente en fiestas patronales y en barrios antiguos del Distrito Federal.

El repertorio básico está conformado por oberturas y marchas, aunque poco a poco han tenido que incursionar en el corrido, la banda sinaloense y hasta el pasito duranguense. Las bandas más jóvenes sólo tocan estos ritmos.

“Este fenómeno se ha dado por la cuestión económica. Lleva muchos años tocar bien el repertorio sinfónico y la retribución deja mucho qué desear. Los jóvenes prefieren irse a un repertorio más sencillo, que no requiere técnica y con el que pueden ganar más”, cuenta César Velázquez, trombonista de la Orquesta del Teatro del Palacio de Bellas Artes, nacido en Santa Catarina del Monte.

Velázquez comenzó a los nueve años tocando la tambora. De ahí pasó al barítono y ya en el Conservatorio cambió al trombón.

Inició tocando en la banda Moncayo, en la actualidad dirige su propia banda, Los Grandes Clásicos, ganadora durante cinco años seguidos del concurso de bandas de Santa María Tecuanulco.

En Texcoco hay una Escuela de Bellas Artes, en donde primordialmente se estudia música. En menor grado los alumnos acuden para aprender artes plásticas o danza. Al egresar obtienen el título de técnico ejecutante.

El maestro Eduardo Cano imparte clases en la escuela, fundada en 1986 y dependiente del gobierno del estado de México. En la actualidad atiende a 300 alumnos.

“La mayoría de los estudiantes de alientos vienen de comunidades de la zona de la montaña, donde la música es una tradición heredada por generaciones. Muchos llegan tocando, aunque no son muy aptos para leer las partituras.”

A pesar de la escuela, gran parte de los jóvenes músicos que integran las bandas tienen en el Conservatorio Nacional de Música el paso siguiente en su formación.

Tres horas de ida y otras tantas de regreso —en transporte público—, son las que deben recorrer los músicos para estudiar en el Conservatorio. Algunos optan por juntarse y alquilar un cuarto en la ciudad.

Julio Briseño, trombón principal de la OFCM, es maestro en el Conservatorio desde hace varios años. Por su cátedra han pasado decenas de músicos texcocanos.

“En cada una de las generaciones que ingresan al Conservatorio es ya una costumbre que vengan jóvenes de Texcoco. He tenido en mi clase a padres, hijos, hermanos o sobrinos. Lo bueno de estos músicos es que no emigran a otras partes, sino que viven en su tierra y conservan la relación con sus comunidades,” concluye.

Denominación de origen

Ser músico texcocano es garantía de calidad, una marca registrada que tiene su origen en el México prehispánico.

- Hay versiones que dan indicios de una notable producción de instrumentos de barro en el señorío de Texcoco.

- Después de la conquista, en 1524, el franciscano Fray Pedro de Gante fundó en el sitio una

escuela para indios.

-Los nativos aprendían canto gregoriano, canto de órgano o polifonía, ejecución y construcción de instrumentos.

- En algún tiempo se le llamó la Atenas del Anahuac.

- El año pasado fue sede del Festival de Metales, dirigido por Julio Briseño.

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