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Tiempo de apretar

Salvador Kalifa

El regreso del fenómeno inflacionario es ya una realidad alrededor del mundo, a pesar de que algunos presidentes como Nicolás Sarkozy de Francia y Felipe Calderón de México no quieran aceptarlo.

El salto sincronizado en los precios de la energía y los alimentos en todas partes sugiere que esto es más que simplemente un choque de oferta. Los precios también suben porque han prevalecido por bastante tiempo unas condiciones monetarias laxas. Estas impulsan la demanda interna y validan los precios más altos.

Esto es particularmente cierto para las economías emergentes, donde es más notorio el repunte de la inflación durante los últimos doce meses. En China, por ejemplo, se incrementó del 3 al 8.5 por ciento, mientras que en Rusia pasó del 7.6 al 14.3 por ciento.

En América Latina, cuya historia está plagada de experiencias inflacionarias, también hay un aceleramiento en el crecimiento de los precios, si bien todavía no llega a niveles alarmantes en la mayoría de los países de la región.

En Brasil se elevó del 3.4 al 5.9 por ciento, mientras que en Chile pasó del 2.5 al 8.9 por ciento. En México el crecimiento de los precios pasó de 3.9 a 4.95 por ciento.

Los casos más extremos son Venezuela y Argentina. El primero con una inflación cercana al 30 por ciento, y el segundo con un registro oficial del 8.9 por ciento que nadie cree. Las estimaciones extraoficiales ubican la inflación argentina en 23 por ciento, bastante mayor al estimado de 14.3 por ciento de un año antes.

Estos números, sin embargo, no cuentan la historia completa. Los datos oficiales en la mayoría de estos países, y el nuestro no es la excepción, subestiman las presiones inflacionarias, por la existencia de subsidios y controles de precios.

En México, por ejemplo, la inflación sería mayor al dato oficial si el precio de la gasolina reflejara el incremento registrado en la cotización internacional del petróleo.

Un ejercicio en ese sentido muestra que si el precio de la gasolina en nuestro país se elevara en el mismo porcentaje que subió el precio promedio de ese combustible en Estados Unidos durante este año, la inflación anual al mes de mayo sería cercana al 6 por ciento.

El número sería todavía mayor si también se reflejaran las alzas en el precio del petróleo ocurridas durante el segundo semestre del año pasado, así como si se eliminaran otros controles y subsidios que se dan a los alimentos, en particular, el precio de la tortilla.

En nuestro país existe además otro indicador que muestra que no estamos solamente ante un choque de oferta que afecta al índice general de precios. La inflación subyacente, que no incorpora precios administrados ni agropecuarios, también se ha elevado en casi dos puntos porcentuales desde febrero de 2006, y en casi un punto porcentual en los últimos doce meses.

Lo anterior muestra que la política monetaria, no sólo en otros países emergentes, sino también en el nuestro, ha sido relativamente laxa, cuando necesita ser más restrictiva.

Por consiguiente, el “mensaje” del Presidente Calderón la semana pasada no pudo llegar en peor momento. Su “sugerencia” en cuanto a que Banxico disminuya las tasas de interés no sólo es una intromisión cínica en tareas que no le competen, sino que refleja una pretensión preocupante de dirigir la política monetaria en la dirección que le conviene políticamente en el corto plazo.

Contrario a los comentarios de Calderón, las cifras muestran que las tasas reales de interés en México son menores hoy que hace un año, mientras que su nivel es inusualmente bajo en relación con nuestra experiencia histórica y nivel de desarrollo.

Por otro lado, al comparar la tasa de interés nominal con el crecimiento del PIB nominal, un indicador burdo del status de la política monetaria, se aprecia que es laxa, en vez de tener un sesgo restrictivo.

Banxico no es inmune a las presiones políticas como las que imprudentemente hizo el Presidente Calderón la semana pasada, pero la respuesta de su junta de Gobierno debe ser como la que dio el Banco Central Europeo (BCE) ante presiones similares del presidente de Francia, Nicolás Sarkozy y del primer Ministro de Italia, Silvio Berlusconi.

Jean-Claude Trichet, presidente del BCE dijo en relación a los comentarios sobre las tasas de interés de ambos mandatarios que “Es crucial que la Junta de Gobierno [del BCE] establezca la política monetaria sobre la base de ninguna otra consideración salvo la estabilidad de precios en el mediano plazo”.

Esa es también la tarea de Banxico, que necesita apretar pronto la política monetaria para evitar que las expectativas inflacionarias puedan desalinearse más, como lo demuestran las revisiones al alza de los pronósticos de inflación de la mayoría de los analistas.

Si ello sucede, su tarea se complicaría considerablemente, puesto que la medicina tendría que ser bastante más severa sobre la actividad económica para lograr el mismo resultado.

Calderón, sin embargo, si tiene en verdad una preocupación honesta por el nivel de las tasas de interés, tiene en sus manos la manera de hacer menos oneroso un posible apretón de la política monetaria.

Él puede llevar las cuentas públicas a una posición de superávit fiscal. Ello reduciría el exceso de demanda interna y facilitaría la tarea de Banxico, que podría ser menos restrictivo y por poco tiempo.

Lamentablemente, el gobierno federal está haciendo precisamente lo contrario, al decidir gastar la mayor parte, si no es que todos los excedentes petroleros, lo que estimulará la demanda interna, complicará la tarea de Banxico y pudiera hasta exacerbar las presiones inflacionarias.

En este contexto, y contrario a los deseos del Presidente, no queda otra que apretar la política monetaria y elevar, como ya lo hacen otros países con problemas similares, las tasas de interés.

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