Para los palestinos, que realizan esta labor agrícola, las aceitunas no son sólo un importante producto agrícola, sino que también simbolizan su unión con la tierra. (EFE)
Muchos olivareros no sólo tienen problemas para acceder a sus tierras, para lo que se les exige un permiso del Ejército israelí, sino que, una vez en ellas se enfrentan a agresiones de colonos armados.
El otoño trae a la Cisjordania ocupada la cosecha de la aceituna, un tiempo que sería festivo si no estuviera acompañado de ataques de los colonos judíos a los agricultores palestinos.
Muchos olivareros no sólo tienen problemas para acceder a sus tierras, para lo que se les exige un permiso del Ejército israelí, sino que, además, una vez en ellas se enfrentan a las agresiones de los colonos armados.
A lo largo del año, muchos palestinos no entran en sus campos de olivos, algunos porque han quedado al Oeste del muro de separación construido por Israel y otros porque están situados en zonas conflictivas o cercanas a asentamientos judíos.
Pero cuando la aceituna está lista para ser varada necesitan entrar en sus tierras, lo que desaira a los colonos que han decidido que esa tierra es suya y que los palestinos no tienen derecho a pisarla y, mucho menos, a recolectar sus frutos.
En la localidad de Kafar Kadum, cercana a Nablus, se han repetido los ataques en las últimas semanas y el Ejército israelí ha declarado varios campos “zona militar cerrada”.
“Este pueblo lleva casi veinte días siendo atacado por colonos y soldados que no permiten a los palestinos recoger sus aceitunas”, explica Jamal Jumaa, coordinador de la campaña “Stop The Wall” (Parar el Muro).
Según él, el Ejército israelí colabora “codo con codo con los colonos” en lo que define como “la política sistemática del Gobierno israelí de ayudar a los colonos a coger toda la tierra que puedan de los palestinos”.
VERSIONES ENCONTRADAS
Shlomo Dror, portavoz militar israelí en los territorios palestinos, reconoce que “ha habido algunos incidentes”, pero insiste en que el Ejército trata de garantizar la seguridad y matiza que “no puede haber un soldado detrás de cada árbol”.
Asegura que en la mayor parte de los olivares la recolección se realiza sin problemas y que “hay cientos de palestinos que atraviesan cada día el muro de seguridad para cosechar”.
No es ésta la versión de las organizaciones defensoras de los derechos humanos, que acusan a los militares de concertarse con los colonos para impedir que los palestinos accedan a sus fincas.
“Atacan a los agricultores, les golpean con palos, les tiran piedras y talan sus árboles, mientras el Ejército se queda mirando y, en todo caso, arresta a los palestinos y les expulsa de sus campos”, denuncia Jumaa.
Según Sarit Michaeli, portavoz de la ONG israelí Betselem, los problemas se centran alrededor de Nablus y el Sur de Hebron, donde los agricultores sufren continuas agresiones e intimidación. “Hay campos que no se han podido labrar durante años y zonas enteras donde los palestinos no pueden entrar por miedo”, dice.
Además, en muchos lugares varar la aceituna es casi una carrera de obstáculos, ya que “hay muchas trabas burocráticas para obtener permisos y, a veces, se dan sólo a los propietarios, que no pueden contratar trabajadores” para las labores.
IMPORTANCIA SIMBÓLICA
La aceituna es uno de los productos centrales de la economía palestina y el olivo tiene una enorme importancia simbólica.
“Los olivos simbolizan nuestras raíces, nuestra tierra, nuestra cultura y nuestra herencia. A través de la historia palestina este árbol y sus frutos han representado nuestra existencia”, explica Jumaa.
El colono Mijael Fridman, del asentamiento de Quedumin, vecino a Kafar Kadum, interpreta, no obstante, la llegada de los agricultores a los campos como “pura provocación”.
“Vienen a recoger las aceitunas en el tiempo en que no tienen que venir”, dice enfadado mientras observa cómo los militares expulsan a los agricultores de un olivar.
“Si demuestran que el campo es suyo y tienen permiso no hay ningún problema, que vengan con el Ejército, hagan lo que tengan que hacer y se acabó. Pero vienen cuando quieren y hacen lo que quieren y eso no puede ser”, manifiesta Fridman.
“Me molesta que vengan a recoger olivas porque no son sus árboles. Todo el mundo sabe que hay árboles que crecen solos, con el aire, y eso es lo que está pasando aquí. Las aceitunas de aquí no son de ellos”, dice este joven colono. Para él, toda Cisjordania es tierra de los judíos porque “así lo dice la Biblia” y “todo el mundo cree en ella”.