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Tiempo de rectificar conductas

A la ciudadanía

Magdalena Briones Navarro

“La transformación, sobreexplotación y contaminación de los ecosistemas para obtener de ellos satisfactores sociales, así como la introducción de especies invasoras y el cambio climático, son causas directas de la pérdida de nuestro capital natural. Esto se debe también a factores indirectos como los demográficos y a políticas públicas y desarrollos tecnológicos errados.

“En México, como en el resto del mundo, sobre todo en las últimas cuatro décadas, la actividad humana se ha convertido en el factor de modificación profunda de la naturaleza y de los procesos ecológicos” (Conabio-2002).

No se menciona el sistema económico liberal que padecemos, principal factor de agresión no sólo hacia la naturaleza sino hacia el hombre favorecido por los “economistas” y “acumuladores de capital”. Es verdad que la producción es mayor, que muchos servicios –sobre todo los que se cobran- se han puesto al alcance de poblaciones más vastas, aún así, la distribución de las riquezas obtenidas es desproporcionada: se acumula capital en muy pocas manos en la misma medida que se acumula miseria para las mayorías.

La sobreexplotación o la extinción de un recurso tiene un costo social enorme. Si el recurso es natural, costará mil veces más reponerlo o sanearlo, si ello es posible, que conservarlo tal como existió previamente; de otra forma, se pierde para siempre. En función de la sociedad significa mayor pobreza y desquiciamiento de sus quehaceres y perspectivas.

Por cada vez mayor escasez y malos manejos del sistema hidráulico, los laguneros podríamos quedar sin agua. A menores volúmenes el crecimiento regional pararía en breve plazo. No sería suficiente purificar agua de las presas para beber, porque no alcanzaría para la producción agrícola. Peor aún: ni bosques ni pastizales se han cuidado en zonas altas surtidoras de agua, por otra parte, anuncian fuertes sequías en el Sur de Estados Unidos de América y el Norte de México.

Las migraciones campo-ciudad han seguido creciendo, con el consiguiente abandono de tierras de labor, las que aún si fuesen amparadas por alguien, ese alguien tampoco podría explotarlas sustentablemente. Las migraciones -mayormente de jóvenes- suponen desintegración familiar, pérdida de identidad y responsabilidad por el lugar de origen, pérdida de conocimientos ancestrales del medio para el trabajo y desinterés por regresar. Los viejos y los niños que se quedan estarán en total desventaja para desenvolverse en escenarios, los más, hostiles.

Se piensa en industrialización, menos consumidores de agua. En el supuesto de que ésta alcanzara en forma muy limitada, la intensa contaminación que procuran las industrias acabará por exterminar el ambiente terrestre y el aéreo al que las plantas son altamente sensibles.

El asunto es que sea en La Laguna o en cualquiera otra parte del mundo, el mejor y más rápido provecho de las tierras supone abonos pesticidas, plaguicidas, etc. “El aporte de nitrógeno y fósforo por el uso de fertilizantes ha aumentado desde 1950 y representa un factor importante en los ecosistemas terrestres, dulceacuícolas y costeros”.

“El número de fertilizantes sintéticos ha incrementado la producción de alimentos en los últimos cincuenta años; sin embargo, ha ocasionado impactos ambientales severos tanto en niveles terrestres como marinos. Los humanos introducimos al ambiente una y media veces más de nitrógeno (biológicamente disponible) que el producido por todas las vías naturales”.

A ello hay que añadir otros contaminantes como el sulfuro de hidrógeno “responsable de la muerte masiva de moluscos de interés económico de Bahía Concepción, Baja California Sur”.

“Las concentraciones de metales pesados como el plomo y el cromo, en el Golfo de México, superiores hasta en 20 veces los niveles detectados dos décadas antes”.

Se agregan a la abundancia de industrias en lugares muy urbanizados, la cantidad de vehículos de motor, actividades petroleras o petroquímicas, cantidades enormes de basura.

Es el hombre la causa principal del daño a las plantas, a las aguas, a los suelos, en general es el mayor destructor del ambiente global. A él toca cuidarlo y presionar al Gobierno para que emita leyes tendientes a impedir estos desmanes y los haga cumplir. Parece que empieza a haber cierta conciencia y acción ciudadana. Qué bueno, siendo como es, imprescindible.

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