Aunque ya tiene en su haber múltiples galardones e incluso un Oscar honorario, al músico, quien en noviembre cumple 80 años, los premios lo tienen sin cuidado. (El Universal)
El Universal
MÉXICO, DF.- “La inspiración no existe”, afirmó Ennio Morricone durante una entrevista realizada en Chile en marzo pasado, cuando ofreció un concierto. ¿De dónde surge entonces la creatividad para un repertorio musical de casi 500 obras que incluyen sinfónicas, canciones populares y composiciones para teatro, radio y cine?
El prolífico autor italiano asegura que proceden de las vivencias, los sufrimientos y otras fuentes emocionales. ¿Cuánto habrá sufrido Morricone para escribir la partitura de La Misión? ¿Amaría hasta el delirio y por eso compuso Cinema Paradiso? ¿Fantasías en el viejo Oeste se tradujeron en las notas de Por un Puñado de Dólares? Tal vez el maestro guarda esos y otros secretos en sus partituras.
Admirador de Igor Stravinsky, Girolamo Frescobaldi, del compositor de ópera Claudio Monteverde y las notas religiosas de Palestrina, Morricone se acercó a la música desde que era niño, cuando su padre, trompetista de jazz, deseaba que aprendiera a tocar ese instrumento. Estudió en el Conservatorio de Santa Cecilia y se dedicaría durante un tiempo a la música de cámara. Por un puñado de liras, y no de dólares, aceptaría componer música para cine. No le apena reconocer que su llegada al séptimo arte fue “inspirada” por el dinero y no por la llave de sol, pero la misión musical fue de su agrado y el resto, es historia.
Música ¡de película!
Desde que en 1961 compuso para Il Federale, de Luciano Salce, el músico ha puesto nota a los ensueños visuales de cineastas tan disímiles y talentosos como Pier Paolo Passolini, Bernardo Bertolucci, Giuseppe Tornatore, Brian de Palma, Pedro Almodóvar, Oliver Stone, Barry Levinson, Terrence Malick o Roland Joffé; aunque se le relaciona principalmente por las colaboraciones con el director -y gran amigo desde la infancia- Sergio Leone, desde la mencionada Por un Puñado de Dólares (1964) hasta El Bueno, el Malo y el Feo (1966), uno de los temas más emblemáticos dentro de su carrera.
De hecho, el grupo de rock pesado Metallica abre sus conciertos con The Ecstasy of Gold -que forma parte de la banda sonora de dicha cinta- antes de subir al escenario.
Suena a que los westerns son la especialidad de Morricone, pero sólo abarcan 30 composiciones del casi medio millar de su obra.
El maestro sabe los acordes para crear sentimientos, acentuar atmósferas o transportarnos a otra época.
Incorpora la música como un personaje más, sin perturbar la atención del espectador, exaltando emociones de quienes ocupan las butacas: nos lleva de la adrenalina, en una secuencia de acción, hasta la experiencia de la redención ante el héroe derrotado por el enemigo o por un amor no correspondido. A bordo de un vehículo sonoro nos conduce por el viejo oeste, los turbulentos años 40, la Francia del Siglo XVII, la Italia al final de la Segunda Guerra Mundial o exploramos el espacio sideral en una misión a Marte.
Su tesoro acústico abarca aventuras de gángsters (El Clan de los Sicilianos, Bugsy), romances juveniles (Malena, Un Asunto de Amor), experiencias terroríficas como la licantropía (Lobo) o demoníacas (El Exorcista II); historias de otros mundos (El Hombre de las Estrellas, La Cosa) o misiones de agentes secretos (El Profesional, En la Línea del Fuego).
Con todo, aquilata el valor del silencio y declara sentirse irascible ante sonidos que se emiten en vano.
La disciplina es parte del secreto de su éxito: se levanta a las cinco de la mañana, corre durante una hora, toma un baño, compra el periódico y a partir de las ocho de la mañana se encierra en su estudio para componer.
Lo hace a la manera de Mozart, directo en la partitura y no en un piano.
Su galería de reconocimientos abarca 42 premios; ha sido nominado al Oscar en cinco ocasiones por Días de Cielo, La Misión, Los Intocables, Bugsy y Malena, pero sólo ha obtenido una estatuilla honorífica. Otros festivales de cine valoraron mejor su arte.
En 1995, obtuvo el León de Oro en Venecia y la Academia Británica (BAFTA) lo ha honrado en cinco diferentes ocasiones.
Sin duda, el legado de Morricone es más que el silbido de El Bueno, el Malo y el Feo; de la melancolía que se desborda con Chi Mai al ver a Jean-Paul Belmondo abatido por las balas en El Profesional o de la nostalgia que nos estremece con esa obra maestra que significa Érase una vez en América.