“La censura… es la característica distintiva de un régimen autoritario”.
Potter Stewart
Los tiempos de radio y televisión están cada vez más llenos de anuncios en que los grupos políticos defienden unas posiciones u otras sobre la propuesta de reforma de la industria petrolera. El Gobierno de la República está emitiendo insistentes spots que nos dicen que no quiere privatizar sino fortalecer a Pemex, mientras que los partidos del Frente Amplio Progresista aprovechan sus tiempos en los medios para acusar al Gobierno de no buscar otra cosa que privatizar el petróleo y de traicionar a los mexicanos que entregaron su dinero en 1938 para pagar la nacionalización del petróleo.
Lo único que tienen en común estas dos intensas y contradictorias campañas de propaganda es que los gobernados estamos pagando por ellas. Ni el Gobierno ni los partidos políticos generan riqueza por sí mismos. Todo lo que tienen nos lo arrancan a nosotros.
Sólo que a los ciudadanos no se nos permite el mismo acceso a los medios para expresar nuestros puntos de vista. Si tenemos suerte, y un periódico nos publica una carta o una emisora de radio nos lee una llamada al aire, podremos quizá levantar una débil voz ante la abrumadora presencia de los políticos en los medios. Si los partidos nos favorecen, y somos unos de los pocos invitados a los debates del Senado, alguna mención podría salir de nuestra opinión en los noticiarios de radio y televisión. Si somos periodistas, tendremos también la posibilidad de defender nuestro punto de vista en el medio en que trabajamos. Pero nunca podremos tener el mismo peso que esa campaña subsidiada con nuestro dinero que han lanzado los políticos y que se difunde en todas las emisoras de radio o televisión. Si solos o unidos tratamos de comprar tiempo en radio o televisión para expresar nuestros puntos de vista, seremos simplemente censurados.
No estamos en tiempos electorales, pero el Instituto Federal Electoral se ha convertido en el encargado de aplicar la censura. La principal tarea de este órgano, que en el pasado sirvió para organizar elecciones, es hoy acallar la expresión de ideas en radio y televisión. No piense usted, por otra parte, que la censura del IFE se aplica solamente a temas electorales, como el apoyo o rechazo a algún partido político o sus candidatos. No, se ejerce en contra la expresión de cualquier idea política. Hoy, por ejemplo, se nos prohíbe contratar tiempos para apoyar o rechazar la reforma petrolera. No es un tema electoral, pero de todas formas se nos censura.
Esto a nadie afecta, nos dicen los políticos que han promovido la censura, porque no todo el mundo tiene dinero para comprar tiempo de radio y televisión. Esta afirmación me recuerda a los políticos que trataron de imponer un impuesto especial a los productos de “lujo” e incluyeron, porque nunca van al supermercado, el salmón, sin darse cuenta de que hoy éste es más barato que el huachinango. En la mayoría de los casos, en la actualidad es más barato un spot de radio que un desplegado de periódico, cuya contratación no ha sido prohibida.
La legislación, efectivamente, está llena de contradicciones.¿Qué pasa, por ejemplo, si los noticiarios de radio y televisión favorecen unas posiciones frente a otras? La Ley no lo aclara, aunque le da al IFE atribuciones draconianas para interpretarla… y el IFE ya ha demostrado que en la duda prefiere censurar.
La censura se aplica a la radio y la televisión, pero no a otros medios de comunicación. Los periódicos, por ejemplo, pueden seguir vendiendo espacio para desplegados o anuncios políticos. Tampoco hay, por el momento, ninguna restricción en la Internet. Pero la tecnología —que los políticos no acaban de entender— está llevando a una convergencia inevitable entre todos los medios. ¿Cómo aplicarán entonces la censura los consejeros? ¿Qué ocurrirá cuando la emisión por Internet de programas de radio y televisión, que hoy ya se lleva a cabo, aunque de manera limitada, se vuelva tan común o más que las emisiones por ondas herzianas?
Yo soy un privilegiado, lo reconozco. Mi trabajo es expresar opiniones a través de medios impresos y electrónicos. Los consejeros del IFE no pueden –por lo menos todavía— censurar mis puntos de vista. Pero eso no significa que deba lavarme las manos ante un abuso que los políticos han perpetrado frente a los gobernados cuyos intereses deberían representar.
Los políticos están utilizando los recursos que nos quitan a los contribuyentes para llenar la radio y la televisión de mensajes con los que defienden sus posiciones sobre la reforma petrolera; pero nos niegan a nosotros, a los que pagamos todos sus gastos, la posibilidad siquiera de expresar nuestros puntos de vista.
MIGUEL ÁNGEL PORRÚA
El editor Miguel Ángel Porrúa, quien cuenta con una hermosa librería en la calle de Amargura, en San Ángel, me ha hecho llegar una carta en la que dice que, a pesar de la nueva Ley del libro, seguirá dando un descuento de 30 por ciento como promoción a la lectura para los clientes que compren libros de su casa editorial en la librería. Es un gesto generoso e importante en la batalla contra los grandes editores y libreros que, en el afán de mejorar su rentabilidad, han prohibido los descuentos en los libros afectando directamente a los lectores. Habrá que ver si la autoridad trata de castigar a Porrúa por el delito de vender libros con descuento.