“Nunca nos damos cuenta del valor del agua hasta que el pozo se queda vacío”.
Thomas Fuller
DAVOS, Suiza.- ¿Sabía usted que para producir un kilogramo de carne de res se necesita utilizar entre 2,000 y 16,000 litros de agua?
Efectivamente, esta cantidad de líquidos es indispensable para nutrir al animal durante su vida y después para procesar y limpiar la carne y prepararla para el consumidor final.
Tanto se ha dicho que el agua es el producto más importante en el largo plazo para la humanidad, y que en el futuro se pelearán las guerras por el control del líquido, que la afirmación se ha convertido en un lugar común, en una simple parte del paisaje económico. Ahí está, la conocemos. Pero en nada afecta nuestro comportamiento cotidiano.
Los datos que presenta el Foro Económico Mundial de Davos, sin embargo, son contundentes. Un kilogramo de trigo requiere de entre 800 y 4,000 litros de agua para llegar a su desarrollo pleno y llegar al punto de consumo. Producir un kilo de algodón precisa entre 2,000 y 8,700 litros de agua. Si usted tiene una camisa de algodón, lo más probable es que su elaboración haya requerido 2,700 litros de agua.
El gasto de agua de la humanidad fue de 1,800 kilómetros cúbicos al año en 1995, según una estimación de PriceWaterhouseCoopers para el Foro Económico Mundial. Para el año 2025 esta misma empresa calcula un consumo total de 2,100 kilómetros cúbicos. Del total de 2025, sólo 250 kilómetros cúbicos serán para consumo humano. La agricultura y la ganadería se llevarán 1,600 kilómetros cúbicos, el 76 por ciento.
En los países más pobres esta cifra se eleva ya en algunos casos a 90 por ciento. Lo peor de todo es que buena parte de esta agua de uso agrícola no se cobra, lo que promueve el desperdicio. Cuando se genere la inevitable crisis internacional de agua, nosotros mismos la habremos provocado.
El consumo humano se define de forma muy amplia. Lavar un automóvil, por ejemplo, puede llevarse hasta 300 litros de agua. El procesamiento de un litro de gasolina requiere entre uno y 2.5 litros de agua. La producción de un litro de etanol con los procesos de producción que se aplican en China requiere de 2,400 litros de agua. Ese mismo litro de etanol producido en la India con caña de azúcar requiere 3,500 litros de agua.
En muchos lugares del planeta estamos alcanzado ya condiciones de escasez. Alrededor de 1,200 millones de personas –alrededor de 20 por ciento de la población internacional— viven en zonas en donde se ha alcanzado ya el límite del uso sustentable de agua. Estas áreas incluyen zonas productoras de granos en las planicies del norte de China, en la cuenca del río Colorado del suroeste de Estados Unidos y el noroeste de México y en la cuenca del río Indus en la India. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el PNUD, para el año 2025 unas tres mil millones de personas vivirán en zonas de estrés hídrico.
El futuro ya nos alcanzó. Si no hacemos cambios hoy en la administración del agua, en muy poco tiempo veremos ya esas guerras por el agua de las que los escritores de ciencia-ficción nos han estado advirtiendo durante décadas. No deja de ser interesante que en un año en que el desplome de los mercados financieros y bursátiles internacionales ha sido el principal tema de discusión del Foro Económico Mundial de Davos, 28 sesiones del Foro –el mayor número en la historia— se han dedicado al problema del agua.
¿Qué debemos hacer? Para los populistas lo que se requiere es una mayor intervención del Estado en la administración del agua. Los gobiernos, dicen estos grupos, deben racionar el líquido y repartirlo de manera gratuita entre los más pobres. Pero este tipo de políticas ha sido precisamente el origen de la catástrofe que estamos viviendo en estos momentos.
Otra forma de enfrentar el problema, mucho más sensata y sólida, sería establecer mecanismos de mercado que le den un precio realista al agua y que promuevan su conservación y la inversión en infraestructura indispensable para aprovechar al máximo posible el agua que tenemos. El primer paso sería, por supuesto, suspender el regalo de agua a la agricultura que sólo ha resultado en la generación de un enorme dispendio.
La tragedia del agua no nos tomará desprevenidos. Desde hace muchos años sabemos que estamos desperdiciando este líquido y que pronto llegará un momento en que tendremos que recurrir a la violencia para tener acceso a él. Éste es un caso, sin embargo, en que el conocimiento del problema no está llevando a que se tomen acciones para prevenir la catástrofe. Los intereses que se oponen a la aplicación de medidas sensatas son tan fuertes que ni siquiera la conciencia de lo que vendrá está logrando que reaccionen los gobiernos del mundo.
OPORTUNIDADES
Los mercados tienen mecanismos para ajustar sus propios problemas. La crisis hipotecaria ha creado gangas en el mercado inmobiliario que serán aprovechadas por empresarios valientes. La caída de los mercados bursátiles ha generado oportunidades en las acciones de las empresas de las que algunos compradores empiezan a tomar ventaja. El temor a la recesión ha hecho que caiga el precio del petróleo, lo cual ha eliminado una carga importante a la economía del mundo. El Gobierno de Estados Unidos no debe tratar de detener la recesión con medidas de pánico como las que está planeando. Por el contrario, debe enfatizar las oportunidades que toda crisis trae consigo.