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Transición... ¿hacia dónde?

ACTITUDES

Luis F. Salazar Woolfolk

La crisis electoral al interior del Partido de la Revolución Democrática, ha entrado en una banda sinfín. La posibilidad de una división como prevén algunas corrientes no es fácil, porque los inmensos recursos públicos que recibe dicho partido están ligados a un registro para funcionar bajo una denominación específica, lo que como botín se encuentra en lamentable disputa y al propio tiempo como paradoja, es el vínculo de ignominia que une a las corrientes perredistas.

Basta recordar que en este año el PRD recibirá la friolera de cuatrocientos setenta y cinco millones de pesos para gasto ordinario, pues hay que considerar que no se trata de un año en el que se vayan a celebrar elecciones federales y por tanto, esta pavorosa cifra nos da la medida del conflicto y de los intereses que están en juego.

En un primer momento después de computar el ochenta y seis por ciento de los votos Alejandro Encinas fue proclamado vencedor, pero posteriormente una resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial Federal obligó a computar la totalidad de los sufragios, lo que arrojó un resultado diverso ahora en favor de Jesús Ortega.

Desde luego que la moneda permanece en el aire, porque aún está pendiente el desahogo de los recursos presentados por cada una de las partes ante los tribunales, con el objeto de impugnar el cómputo de las casillas que a cada cual resultan adversos, lo que hace previsible la anulación del proceso. Ante esta situación es obvio que las partes busquen una solución alterna por la vía de la negociación política y por ello el llamado de Cuauhtémoc Cárdenas pide la declinación de ambos candidatos para convocar a nuevas elecciones.

La propuesta cardenista es rechazada por las partes y de última hora Jesús Ortega propone lo que llama una salida sensataŽ que supondría la continuación del proceso impugnatorio hasta llegar a un resultado, pero con el añadido de que el candidato triunfador sería presidente interino del partido con la encomienda específica de convocar a lo que Ortega denomina Congreso Extraordinario para la transformación y reconstrucci ón del PRDŽ, que tendría lugar el próximo mes de septiembre.

En la agenda de dicho Congreso, Ortega sugiere integrar a diversos partidos como el Del Trabajo, Convergencia y otros que hasta ahora han funcionado como aliados del PRD, para integrar lo que visualiza como un gran frente político electoral que posibilite bajo un mismo registro electoral, la coexistencia de tendencias y partidos de izquierdaƒŽ.

La propuesta de Ortega no puede ser más complicada. Por una parte insiste en llevar a término el actual proceso en su fase judicial, pero no con el fin de concluir en un resultado terminal y estabilizador, sino para convocar a un congreso dentro de cuatro meses para emprender un nuevo camino de reconstrucci ónŽ, cuya expresión reconoce que los perredistas han destruido a su partido. La propuesta en su conjunto no tiene sentido, porque si la elección interna resiste hasta llegar a la determinación de un presidente reconocido por el IFE sin caer en la anulación, sería absurdo dejar de lado esa legitimación para embarcar enseguida en otra aventura eleccionaria.

Resulta también increíble que la propuesta de Jesús Ortega implique refundar el PRD con la pretensión de integrar a todas las fuerzas de izquierda en el Gran Frente Político ElectoralŽ. La invitación que sugiere Ortega entraña un delirio desconcertante, porque de la postración en que se encuentra su facción y su partido, intenta acaudillar a la izquierda nacional sin autoridad moral ni legítima que lo sostenga.

Sin embargo, la propuesta de Jesús Ortega es congruente con su trayectoria política personal y la de su partido. Algunos analistas han querido vender la idea de que en el PRD existen dos tendencias, la de López Obrador y Alejandro Encinas que sería la radical y la de Cuauhtémoc Cárdenas y Jesús Ortega que es la moderada. La realidad es que como regla general, en el PRD no existen ni demócratas ni elementos moderados y la mayoría de sus dirigentes alienta vocación de caudillo.

El PRD tiene como antecedente de su nacimiento una escisión del Partido Revolucionario Institucional ocurrida en 1988, en virtud de la cual elementos disidentes que se presumen de izquierda, abandonan el PRI al advertir que no tienen cabida en una organización vertical que por su naturaleza de Partido de Estado terminó por ubicarse en el centro del espectro político. A la sangría del PRI se suman en el Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional elementos de partidos radicales que después de varias evoluciones desembocan en la fundación del PRD.

La idea de organizar un frenteŽ, que implica la fusión coyuntural de diversas identidades ideológicas de presunta izquierdaŽ sometidas a un mando político central para efectos electorales está ligada al concepto de Lenin sobre los idiotas útilesŽ o compañeros de viajeŽ, que en su momento fueron aglutinados en apoyo de los bolcheviques en la toma violenta del poder durante la Revolución Rusa, a favor de una minoría radical y fanática que impuso un sistema totalitario en Rusia y a nivel internacional.

La obsesión está presente en la estrategia de Andrés Manuel López Obrador que se concreta en el llamado Frente Amplio ProgresistaŽ y se repite en la propuesta de Jesús Ortega al plantear la creación del Gran Frente Político ElectoralŽ, que sobrepasa la disputa por el control del PRD con el Peje, y la lleva a mayores alcances, que incluyen el bocado de la izquierda mexicana total.

Correo electrónico: lfsalazarw@prodigy.net.mx

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