la fotografía los muestra orondos, sonrientes, satisfechos, contentos de mostrar la relación que guardan entre sí: son el secretario general del sindicato de trabajadores petroleros de la República mexicana, Carlos Romero Deschamps, y los secretarios de Gobernación y del Trabajo, Juan Camilo Mouriño y Javier Lozano Alarcón. Los tres encabezaron el viernes el cumpleaños número 73 de esa organización gremial y de ello se dio cuenta al público en desplegados de prensa con las palabras del dirigente y tres fotografías en que se muestra la grata relación del líder con los funcionarios, amigos del sindicato según los definió Romero Deschamps.
El acto del viernes y su amplia difusión tienen un valor emblemático y constituyen la explicación de varios hechos políticos relacionados con el sindicato petrolero. Mostraron una vez más la victoria del corporativismo que fue puntal del PRI, sobre los propósitos políticos de Acción Nacional, que comprendió mientras estuvo fuera del poder que el sindicalismo vertical y autoritario era un obstáculo para la democratización del país. Ya en el poder, el PAN no ha hecho sino tomar el lugar del PRI y mantiene la relación que este partido tuvo con las centrales y sindicatos de lo que fue, y sigue siendo, el movimiento obrero oficialista. Y no sólo eso sino que la fortalece. De ese modo queda clara la vinculación de Elba Ester Gordillo, líderesa corporativista si las hay, y Romero Deschamps en una iniciativa de presunta renovación del papel nacional de los sindicatos. Dada la expresa alianza de la dirigente magisterial con el Gobierno de la República, su trabajo con Romero Deschamps muestra que éste ha pasado a formar parte de la corriente sindical que se une en un vínculo de mutua conveniencia con el PAN.
Esa nueva relación ha implicado dejar atrás, en el olvido, el papel de Romero Deschamps en el último, y fallido intento del PEI por mantenerse en el poder. Durante el proceso electoral del año 2000, cientos de miles de millones de pesos propiedad de la nación se canalizaron a través de Pemex y su sindicato a apuntalar la campaña de Francisco Labastida, el candidato de Ernesto Zedillo a la presidencia. Las deficiencias de la averiguación previa y las fallas procesales del Ministerio Público Federal impidieron que los responsables fueran penalmente castigados, pues la acusación fue tan endeble que ninguno de los indiciados pisó la cárcel. Pero una pesquisa sin las ataduras padecidas por un Gobierno que rápidamente se asoció a su rival, la indagación del Instituto Federal Electoral probó sin lugar a dudas que Pemex entregó al sindicato, a través de su líder Romero Deschamps, además de recursos enormes para su provecho propio, quinientos millones que fueron físicamente llevados de las arcas sindicales a las del PRI. Por esa razón, en fallo que el tribunal electoral convalidó plenamente, el PRI pagó mil millones de pesos como sanción por una conducta que no generó ningún reproche penal, no obstante que la contundencia de la investigación administrativa del IFE hubiera podido servir a averiguaciones penales endebles y tímidas.
Romero Deschamps ha sido durante treinta años dirigente en el sindicato petrolero. Es decir, que cuando fue secretario general de la sección 35, en 1978, necesariamente formaba parte del consorcio de líderes encabezado por Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”. Cuando Carlos Salinas organizó el golpe contra el cacique sindical, contó con que no habría lealtades sino conveniencias en torno del viejo dirigente, y acertó en su cálculo. Romero Deschamps era miembro del comité ejecutivo general que acataba a “La Quina” y, como el resto de sus compañeros en esa posición no sólo no protestó por el golpe a su patriarca sino que se convirtió en beneficiario del nuevo tiempo. En 1993 fue designado secretario general para sustituir a Sebastián Guzmán Cabrera, el primer líder del “posquinismo”. Desde entonces, quince años ya, Romero Deschampas ha acrecentado su poder y su riqueza personal, que incluye un yate surto en Cancún y diversos inmuebles suntuosos, y que le permite un oneroso tren de vida.
En la víspera del encuentro de los tres alegres compadres un grupo de petroleros ocupó las instalaciones del sindicato petrolero en ingenua y riesgosa demostración de inconformidad que rápidamente, en menos de dos horas, fue sofocada por golpeadores al servicio del líder, que necesitaba tener la casa en orden en atención a sus invitados que, a su vez, son parte de la explicación de la permanencia de Romero Deschamps en su cargo, no obstante la crítica que desde dentro ejercen grupos dispersos y atemorizados, y desde fuera expresan agrupaciones patronales que quisieran que la reforma petrolera incluyera una poda del robusto árbol sindical.
Hasta el viernes, el sindicato se había abstenido de decir una palabra en torno de ese asunto, la modificación del entorno en que actúa su contraparte laboral. Esta vez, sin embargo, el líder sindical no sólo menospreció las discusiones senatoriales (“espacio para opiniones provocadoras e incluso abiertamente panfleteras”) sino que informó que el sindicato no se opone a la privatización pese a que se le reduzca su materia de trabajo, como ya ocurre en la Sonda de Campeche, donde “participan de manera regular más de veinte mil trabajadores de compañías” que contratan con Pemex.
Romero Deschamps defendió a sus presuntos representados: son quienes anualmente más aportan a la colecta nacional de la Cruz Roja.