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Triunfa Casasola

No fue un buen día para Manolo Mejía que recibió al primero de la tarde, denominado “El Catrino” en la corrida del Día del Trabajo. (Fotografías de Jesús Galindo López)

No fue un buen día para Manolo Mejía que recibió al primero de la tarde, denominado “El Catrino” en la corrida del Día del Trabajo. (Fotografías de Jesús Galindo López)

Ulises Rivera

El matador Leopoldo Casasola cortó dos orejas para ser el triunfador de la tradicional corrida del Día del Trabajo, en una Monumental Plaza de Toros medio llena.

Tarde de toros con gran ambiente y expectación por admirar la lidia del toro español. En el tendido de la plaza se encontraban reconocidas personalidades de la política, negocios, deporte y el clero de la Comarca.

Suenan parches y metales, se abre la puerta, y con singular paseíllo de los diestros Manolo Mejía, José María Luévano y Leopoldo Casasola la plaza deja sentir las primeras palmas recibiendo así a los diestros, augurándoles triunfo y que Dios reparta la suerte.

El primero de la tarde, denominado “El Catrino”, herrado al fuego con el número 73, fue para Manolo Mejía y lo recibe con verónicas, presentándole el capote el toro acude al caballo con debilidad, el cual es levemente castigado, pues el torero logra apreciar las cualidades del toro y decide cambiar de tercio.

El segundo, de nombre “B Hermanos”, con el número 33, destacado entre los de su lote por su sorprendente armadura, la cual arrancó la aclamación del tendido. El matador José María Luévano, recibe al astado con tanda de verónicas y posteriormente envía al castigo de varas a su enemigo, sin embargo es levemente castigado por acusar debilidad.

El toro, a pesar de su bella estampa, carece de bravura y es difícil que el diestro logre encadenar pases en su faena, la cual resulta efímera. A la hora de la verdad el matador deja media estocada y el acero sale del animal, en un segundo intento repite la acción. Opta por el descabello y logra así terminar con su enemigo. Silencio

El tercer burel, denominado “Gordito”, herrado al fuego con el número 69, para el matador Leopoldo Casasola, acude al caballo con la misma intensidad que sus antecesores, el torero cambia de tercio y tras una faena de poder a poder con el animal logra arrancarle escasos muletazos, los cuales son respondidos con las palmas del público en el tendido, el diestro logra así conectar con el respetable. A la hora de la verdad lograr hundir el acero hasta el pelo, obteniendo con ello una oreja y vuelta al ruedo.

El cuarto de la tarde resultó ser “Un Tío”, con el número 43 de su lote, el maestro Manolo Mejía lo recibe con verónicas, el toro acude al caballo y es levemente castigado, el torero lo cita, y a tanda de verónicas recibe las palmas del respetable; después de la suerte de banderillas el torero le arranca pocos muletazos y concluye con un farol en los medios. El matador realiza una faena pobre en el trasteo debido a las limitadas condiciones del toro. Finalmente, en el primer intento con la espada logra dar muerte a su enemigo y sólo escucha palmas.

El quinto de la tarde, de nombre “Andaluz” y marcado con el número 35, sale con bríos, y tras un recorrido embiste un burladero y logra atrapar en las tablas a un subalterno que ahí se tapaba. Lo cual parece que el toro tiene sobradas condiciones, sin embargo acude con debilidad al castigo de varas.

El momento más emotivo resultó cuando José María Luévano al escuchar la música de banda que entonaba “Pelea de Gallos” logró arrancar tanda de muletazos en los medios, consiguiendo conectarse enormemente con el tendido, al admirar los pases con la muleta acompasados con la pieza musical, el torero se juega la vida en el ruedo y en el tendido el público gritaba “Viva Aguascalientes”...

El sexto y último de la tarde resultó ser “Don Carlitos”, y Leopoldo Casasola lo recibe con verónicas de estudio y lo envía al castigo de varas, el cual es propinado levemente por las condiciones presentadas por el burel, similares a los de su lote. En el castigo de banderillas la constante continúa con falta de valor y seriedad por parte de los subalternos, que ante la imposibilidad de colocar un buen par el torero solicita el cambio de tercio, el cual es negado por el Juez de Plaza y el respetable abuchea la actuación de los vestidos de seda de plata.

Con opiniones divididas en el tendido, el matador continuó con su faena, con el astado pegado a las tablas, y en un sector de sombra los aficionados se meten con el torero y éste responde con faena de muletazos, mostrando valor, sentimiento, pasión y la verdad con su toreo.

El máximo triunfador de la tarde resulta ser Leopoldo Casasola, quien obtiene dos trofeos arrancados a los toros de su lote, por su parte, los diestros Manolo Mejía y José María Luévano se van en blanco.

El ganado español de la ganadería La Cardenilla estaban bien presentados y armados, promediando 510 kilos, sin embargo acusaron debilidad y falta de bravura a la hora de la lidia, lo cual dificultó la faena a los espadas, dejando mucho qué desear entre la afición, que realmente esperaba un encierro con mayor calidad.

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