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Último adiós a Henestrosa

Amigos y familiares quisieron despedir a Henestrosa de la mejor manera posible.

Amigos y familiares quisieron despedir a Henestrosa de la mejor manera posible.

Agencias

Entre ovaciones de ‘eres grande’ y ‘desde allá tu nombre brillará por siempre’, los restos del poeta oaxaqueño fueron colocados en su última morada.

Resguardado por elementos de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP-DF), el cuerpo del escritor de 101 años de edad Andrés Henestrosa llegó ayer al mediodía al Panteón Francés, donde será su última morada. En medio de aplausos de familiares y amigos, los restos del ensayista y poeta oaxaqueño fue colocado en la fosa 344 avenida 16 de dicho panteón.

Así, entre ovaciones de “eres grande” y “desde allá brillará tu nombre por siempre”, dieron el último adiós a Henestrosa.

Previo a su llegada, decenas de personas ya aguardaban en el panteón al narrador, quien falleció a los 101 años. En punto de las 11:48 horas de ayer sábado, los restos de Henestrosa salieron de la agencia funeraria rumbo a su nueva morada.

La hija del escritor, Cibeles Henestrosa, agradeció en el panteón a la familia, amigos y personas que los acompañaron en este triste acontecimiento.

Con la voz entrecortada dijo mientras la tierra tapaba el féretro de su padre: “Papá, como tú dijiste el día que enterramos a mi madre. Vas a devolverle a la tierra el tributo, vas a convertirte en arcilla, vas a devolver la arcilla de la que fuiste hecho. Nos dejas un gran vacío en el corazón pero nos dejas enseñanzas, alegrías, una forma de vivir, una moral, una ética, una cultura, un amor por nuestra tierra, por nuestras tradiciones, por nuestro prójimo”.

Andrés Henestrosa (Ixhuatán, 1906 - Ciudad de México, 2008) le tenía miedo a la muerte, por eso, su estirpe y amigos prefirieron celebrarle su partida y no sufrirla. “Él siempre decía que la muerte era algo inevitable, pero siempre se escondió de ella”, refirió Cibeles, hija única del autor de Los Hombres que Dispersó la Danza.

El miedo por la eminente partida, entonces, fue aminorado por la creación de este escritor y poeta oaxaqueño a través de sones istmeños a los cuales les puso letra, sobre todo La Martiniana, escrita precisamente para hacerse escuchar el día de su partida.

Al sitio en el que descansará el escritor de ahora en adelante fue tomado por los sones del Itsmo, los flashes, las cámaras de televisión y el aplauso de más de medio millar de personas.

Andrés Webster, nieto del escritor y actual secretario de cultura de Oaxaca, dijo que la muerte siempre fue un prejuicio para su abuelo, y siempre se resistió a ella: “Pero yo creo que más que a la muerte física, lo que a él le preocupaba era morir en la intrascendencia, y luchar contra eso fue lo que lo mantuvo siempre trabajando”.

El poeta Alí Chumacero, quien fue un gran compañero del autor fallecido en su casa de la Colonia Las Águilas víctima de una neumonía que se complicó desde diciembre, señaló que con su muerte “se pierde no sólo un gran escritor, sino un gran espíritu...( ). Él era, por encima de su pluma, un hombre capaz de decir siempre ‘aquí estoy’. Vivo, valiente, severo consigo mismo, supo vivir y supo hacer de sí mismo lo que siempre fue: El gran hombre que todos quisimos”.

Y así quedó ahora en su nueva morada que es el Panteón Francés de La Piedad en donde fue inhumado alrededor de las 12:00 del mediodía en el mismo lugar que su mujer Alfa Ríos, fallecida en 1995.

“El maestro amaba su tierra”, señaló su hija, “pero él se queda aquí porque ésa fue siempre su voluntad: reposar en el mismo panteón donde descansa mi madre”.

Fue enterrado y no cremado, porque la cremación no guarda aceptación entre los oaxaqueños de origen zapoteco, y ése es el caso de la familia Henestrosa.

Incluso, recordó su hija, en una de las localidades más importantes del Istmo, como Juchitán, los crematorios no existen: “La muerte, para los zapotecos, no es el fin, no es terminar y desaparecer para siempre, sino es un tránsito, y en ese tránsito, pues la persona, el difunto, va caminando a buscar su nueva morada”.

Webster adelantó que el escritor, quien habló zapoteco hasta los 15 años, fue enterrado junto a sus pertenencias más valiosas, entre ellas una pluma y la primera edición de Retrato de Mi Madre, que Henestrosa escribió para Martina Morales, su progenitora, en 1940.

Asimismo, se colocaron dentro del féretro objetos de aseo, como jabón, toallas y crema, señaló su nieto, que según las tradiciones resultan indispensables para todo viaje que un zapoteco emprende.

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