Akira Kurosawa que corrió el velo del cine japonés a Occidente resulta difícil de definir al igual que su cine.
Descendiente de samuráis, pintor frustrado, artista irascible, efímero militante comunista, suicida en potencia, aprendiz de esgrima, redentor del celuloide, la identidad del director nipón Akira Kurosawa que corrió el velo del cine japonés a Occidente resulta difícil de definir al igual que su cine.
Las 31 películas que conforman su legado abarcan géneros tan diversos como el drama realista, el cine negro, las gestas medievales o las adaptaciones literarias. Incluso, el cine de propaganda bélica como Lo más bello (1944) o Los que construyen el porvenir (1946) al que fue inducido durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Japón se unió a las potencias del Eje. Los temas que lo conmovieron abarcan también múltiples campos: la guerra, la devastación nuclear, la violencia y el humanismo. De paso, expresó en imágenes de innegable herencia plástica la oposición entre el Japón tradicional y el moderno.
“Las películas no son planas. Son esferas multifacéticas”, definió convencido y la misma enunciación es oportuna para abordar su compleja personalidad. Nació en Tokio el 23 de marzo de 1910 como el más pequeño de siete hermanos. Su padre, exmilitar, procedía de un linaje de samuráis. Kurosawa estudió esgrima y caligrafía pero desde joven sintió fuerte inclinación por la pintura.
A los 18 años ingresó a la escuela de Bellas Artes y por esa época expuso sus primero cuadros. Un anuncio en el periódico local lo induciría a captar el mundo en otro lienzo: el celuloide. Acudió a la solicitud de integrarse al equipo de Kajiro Yamamoto, un notable realizador de la época con quien se desarrolló como guionista, editor y ayudante de dirección.
Quienes afirman que la vida comienza a los 40 sumarían a sus filas a Kurosawa quien logró a partir de esa edad su mayor actividad profesional y una etapa de madurez artística con filmes excepcionales como Rashomon (1950) de significativa apertura al mercado internacional tras ganar el León de Oro en Venecia. Vivir (1952) sobre un anciano que confronta la soledad y el fracaso existencial, reconocida con un premio especial en el Festival de Berlín y por supuesto, Los siete samuráis (1954) ese drama intenso de resonancia social que haría llegar a sus manos otra vez el León de Oro. Ford y Renoir se encontraban entre sus cineastas preferidos; fue abrazado por George Lucas, Steven Spielberg y Francis Ford Coppola cuando el fracaso comercial de varias películas lo condujo al estancamiento profesional.
Las generaciones más jóvenes lo conocen a partir de filmes testamentarios como Sueños (1990), serie de relatos que resumen las inquietudes que ocuparon al artista y Rapsodia en agosto (1991), recapitulación de la devastación de Nagasaki, pero el conjunto de su aún esconde emociones por descubrir. “Se puede morir tranquilo, si uno ha cumplido su vocación” expresó una vez, sabemos que así fue porque el 6 de septiembre de 1998 se entregó a su último sueño, murió mientras dormía.
Marcado por la tragedia
Su hermano Heigo se suicidó cortándose las venas a la edad de 27 años. La vulnerabilidad de Kurosawa ante tal hecho sería evidente años más tarde, cuando enfrentó al fracaso comercial de la película Dodeskaden(1970), tras una noche de copas en donde buscó consuelo, fue encontrado en la bañera con heridas autoinfligidas en cuello y brazos. Por fortuna, aún quedaba larga vida para quien ha sido llamado “El emperador del cine”.
Su primera película
La leyenda del gran judo (1943), basada en la novela de Tsuneo Tomita abriría una de las grandes vertientes de su andar fílmico: la adaptación literaria.
La admiración por grandes autores occidentales lo convertirían en un talentoso narrador de historias en fotogramas. El idiota (1951) es su versión de la obra de Fedor Dostoievski; seguiría el éxtasis por Shakespeare: “Macbeth” se trasporta al medioevo en El trono de sangre (1957), lo mismo “El rey Lear” en Ran (1985); de Máximo Gorki, Los bajos fondos (1957) y era conocido el propósito de acercarse a Edgar Allan Poe con la adaptación de “La máscara de la muerte roja”.