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Un dilema que no existe

Por salvador kalifa

Uno de las opiniones que más me sorprende es la insistencia de diversos analistas en que habrá próximamente una disminución de tasas de interés en México. Mi sorpresa no se debe a que ello no pueda suceder cuando las condiciones del entorno lo permitan, sino porque lo esperan a pesar de que se registran presiones inflacionarias crecientes desde hace un par de años en nuestro país. Por ejemplo, al inicio del 2007 la mayoría de los departamentos de estudios económicos de bancos y empresas de inversión pronosticaron un descenso de tasas de interés, algunos de ellos tan temprano como la primavera de ese año. Otros, algo más conservadores, previeron que Banco de México (Banxico) mantendría las tasas durante todo el año, pero las disminuiría al inicio de 2008. En varias oportunidades insistí que esas previsiones no tenían sentido, en particular cuando era evidente que nuestras autoridades monetarias no habían podido cumplir su tarea primordial de alcanzar y mantener la estabilidad de precios, que ellas definieron como una inflación del 3 por ciento desde el 2003.

No me extrañó, por tanto, que todos tuvieran que revisar sus previsiones, por lo menos en lo que tocaba al 2007, cuando Banxico los sorprendió con un alza de tasas en el mes de abril y otra más en octubre del año pasado.

Este año estamos viendo, sin embargo, la misma película. Es evidente que desde mediados del 2006 hay una tendencia alcista en el crecimiento de los precios que hoy se ubica por encima del 4 por ciento y nos aleja de la meta oficial de inflación. No obstante lo anterior, muchos analistas prevén nuevamente que nuestro banco central relajará su política monetaria en el transcurso del año. Los economistas de Banamex, por ejemplo, pronostican que la inflación cerrará el año en 4.1 por ciento, pero aún así estiman que las tasas de interés disminuirán del 7.5 por ciento actual al 6.75 por ciento para el cierre del año.

Una cosa similar ocurre con el departamento de estudios económicos de BBVA Bancomer, cuyos economistas pronosticaban todavía hace unas cuantas semanas que Banxico reduciría las tasas de interés en este mes de abril. En sus notas más recientes movieron la fecha para un “relajamiento preventivo” hacia el final del segundo trimestre. Las razones que esgrimen estos analistas, así como los de las corredurías internacionales que también esperan un descenso de tasas en México en este año, se basan en la necesidad de estimular el crecimiento en nuestro país. Esto es muy evidente en varias notas de correo electrónico que recientemente enviaron los economistas de BBVA Bancomer, quienes hablan del “dilema de Banxico”, por el hecho que han aumentado los riesgos sobre la inflación y sobre el crecimiento en México.

El dilema, según ellos, es que Banxico tendría que aplicar un “relajamiento preventivo” de la política monetaria ante los mayores riesgos sobre el crecimiento económico en los próximos meses. Estas ideas muestran claramente que dichos analistas están pensando más en las funciones y tareas de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos, que en la encomienda de nuestro banco central, cuyo único objetivo es la estabilidad de precios. Esta confusión, sin embargo, quizá se deba a la ambivalencia de los comunicados de Banxico, que adopta un lenguaje similar al de la Fed, al hablar de que “los riesgos a la baja en relación con el crecimiento claramente se han incrementado” y que la institución “continuará vigilando la evolución del balance de riesgos”.

En México, el mandato de nuestro banco central no tiene dilema alguno. Sólo tiene una tarea, que consiste en alcanzar y mantener su meta de un ritmo de crecimiento de los precios del 3 por ciento. Convendría, por tanto, que nuestras autoridades monetarias dejen de hacer insinuaciones que desorientan y adopten más bien un lenguaje más directo, similar al del Banco Central Europeo (BCE), que en la explicación de su decisión más reciente enfatizó que “mantener la estabilidad de precios en el mediano plazo es nuestro objetivo primario de acuerdo a nuestro mandato….y no hay espacio para la complacencia en este respecto”. El mandato de Banxico también es claro y no tiene sentido prever una disminución de las tasas de interés en este año cuando la inflación continúa al alza, como lo volvió a demostrar el dato correspondiente a la primera quincena de abril, que sorprendió y superó las expectativas de todos los analistas, incluyendo aquellos que todo este tiempo han estado esperando un descenso de tasas. Considero que esta tendencia alcista de la inflación, que se mantiene desde hace ya un buen tiempo, amerita más bien un incremento de tasas, lo que pareciera no quiere hacer la Junta de Gobierno de Banxico. La razón para la inacción de nuestras autoridades monetarias pudiera ser la presión que reciben, no sólo de los analistas, sino más importante aún, de políticos y empresarios que insisten en un relajamiento de la política monetaria para atenuar la apreciación del peso y el debilitamiento de la economía mexicana. Esos objetivos, por importantes que sean, no le competen directamente a Banxico, que sólo tiene la encomienda de la estabilidad de precios. Ello explica porqué muchos quisieran que su mandato se asemejara más al de la Fed que al del BCE, pero ese no es el caso en estos momentos.

Es más, me temo que si se realizaran cambios legales para encomendarle a Banxico una tarea dual, abriría la puerta para múltiples opiniones al respecto, de tal manera que la intromisión frecuente de nuestros políticos en el manejo de la política monetaria acabaría por comprometer considerablemente la independencia y autonomía de nuestro instituto central.

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