Es posible que el Gobierno calderonista esté trabajando y duro pero, por lo visto, lo hace manera clandestina. Incluso es probable que salve al país en secreto, pero no sobraría que, de cuando en cuando, fijara postura ante lo que está ocurriendo.
De la virtud de no hacer del Gobierno un concurso de declaraciones se está pasando al vicio del silencio. Nadie dice nada, nadie fija postura, nadie asume responsabilidades y, en la apariencia, la agenda de Gobierno la fijan las oposiciones o incluso algunos Gobiernos extranjeros.
Si el primer año del sexenio tuvo por sello el de la prudencia, con una que otra osada medida, el sello de éste es el de un Gobierno desarticulado y sin iniciativa. No son pocos los asuntos y problemas donde se echa de menos al Gobierno.
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El año arrancó con ajustes en dos posiciones clave de Gobierno, engarzados con la renovación de la dirigencia de Acción Nacional.
Conforme a lo previsto, los cambios en el PAN así como en las secretarías de Gobernación y Desarrollo Social darían por resultado una acción gubernamental mucho más decidida, coordinada y firme. El “sistema PAN Gobierno” estamparía su sello: Gobierno, partido y legisladores albiazules dejarían ver su verdadera talla. Y, aunque los hombres del presidente se instalaron en los puestos, es hora en que el propósito no remonta el nivel de la intención.
En Gobernación, la integración del equipo de Juan Camilo Mouriño puso en duda si el brazo derecho del mandatario estaba en condición de tomar las riendas de la política sin estar bajo el cobijo de la sombra de Los Pinos. El armado de ese equipo fue el primer aviso de que, a lo mejor, el cambio no había sido atinado. Luego, el brutal golpe político asestado por Andrés Manuel López Obrador al flamante secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, complicó todavía más la situación.
Ante ese revés, Mouriño actuó equivocadamente, pero su jefe, el presidente de la República, resolvió dejar al tiempo la suerte de su brazo derecho. Hoy, conserva el brazo, pero sólo le cuelga del cuerpo.
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En medio de esa circunstancia, al emprender el viaje a Santo Domingo, para asumir el liderazgo del Grupo de Río, un factor externo le complicó la gira al jefe del Ejecutivo.
El Gobierno colombiano bombardeó un campamento guerrillero de las FARC en Ecuador donde, entre otros, se encontraban algunos mexicanos. Cuatro de ellos murieron y, acaso, por no complicar el rol del mandatario a nivel regional, la Cancillería hizo del silencio su más firme postura: se desentendió de los muertos. Más le preocupó al Cisen la actividad de esos mexicanos, que la nacionalidad a la Cancillería. Hacia adentro y hacia afuera se infligió un daño el Gobierno.
No hubo condena ni nota diplomática, hubo silencio... aunque ahora ya se reclama una indemnización.
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Vino entonces la negociación del contrato laboral con el Sindicato Mexicano de Electricistas.
Los secretarios de Estado involucrados en el tema dejaban sin sentir que, ahí, se vería de qué estaba hecho el Gobierno. Incluso se presumía que encima del pliego petitorio del sindicato estaba el del Gobierno. Ahora sí, se iba a poner un alto a los privilegios confundidos con derechos sindicales y, además, se procedería a la reestructura de esa empresa en quiebra. Se iba ir a fondo. El Ejército, la Policía Federal y los trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad estaban prestos para intervenir en caso que los electricistas no cedieran.
El resultado fue el de siempre y, como siempre, el contrato se presentó como una exitosísima negociación.
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Lo curioso de esa negociación es que, junto a dos asuntos más, sirvió de pretexto para postergar la presentación de la iniciativa de reforma a Pemex. Ésta se haría pública después de la negociación con los electricistas, después de la elección de la nueva dirigencia del perredismo y después de la conmemoración de la expropiación petrolera. La idea, supuestamente, era evitar cualquier contaminación.
Esa estrategia oficial, si lo fue, dejó el campo abierto al lopezobradorismo. Mientras el Gobierno pretendía poner los puntos sobre las íes a los electricistas, Andrés Manuel López Obrador puso el acento en contra de “la privatización” petrolera. Fijó postura, como también lo hizo el priismo, el neocardenismo, más de una petrolera extranjera y hasta el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. Nomás falta de fijar postura el Gobierno que espera del momento oportuno. Cuando llegue ese momento, que ahora, supuestamente, será después del Consejo Nacional del PRI, la iniciativa se presentará por debajo de su pretensión o hecha para ser deshojada.
Mientras tanto por el espíritu de la reforma y el Gobierno habla un spot.
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Otro asunto frente al cual el Gobierno no dijo ni pío, fue la liberación por parte de Estados Unidos del narcotraficante Francisco Rafael Arellano Félix que, de seguro, regresó a territorio nacional completamente rehabilitado, dispuesto a crear una fundación contra las adicciones.
Sí, el 4 de marzo, el vecino del Norte liberó a Francisco Rafael Arellano Félix. Capturado en 1993, acordada su extradición en 2004, extraditado en 2006 y liberado en 2008. La hazaña del Gobierno calderonista de extraditar a una vasta colección de capos se desvanece.
Los peligros corridos por la Administración calderonista, las vidas perdidas en ese combate, el gasto destinado a ese problema, el esfuerzo puesto en esa lucha –que, en términos de muertos se eleva a 3 mil 149– tiene esa respuesta del Norte. Podrán argumentarse mil cuestiones, pero el Gobierno Mexicano algo tendría que expresar frente al hecho de que ese capo camine libre por las calles. Pero en fin, sólo se escucha el silencio.
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Ahora bien ese asunto no reviste de ningún modo la importancia de la educación.
En ese rubro, la Universidad Autónoma Metropolitana lleva ya 57 días de huelga. El trimestre ya se perdió y, sobre el problema, tampoco hay una palabra del Gobierno. A lo mejor es muestra de un profundísimo respeto por la autonomía universitaria y sindical pero, por ahí, decían que después del merecidísimo descanso de Semana Santa se vería la decidida, rápida y conciliadora actuación de la Secretaría del Trabajo.
¿Cuántos son los días santos? Mientras eso se determina, prevalece el silencio y se pierde un trimestre.
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A la par de esta cadena de sucesos, ante los cuales se guarda una exageradísima prudencia oficial, está la rebelión de las televisoras a transmitir los spots del Instituto Federal Electoral.
Podrá decirse que esa materia escapa al ámbito de la esfera gubernamental. Es cierto, pero el desacato a la ley le pega al conjunto del Estado. Una y otra vez, una de las televisoras ha dejado sentir que el Estado de Derecho, para ella, es una cuestión de ornato y, por lo visto, al Gobierno ese asunto también lo tiene sin cuidado.
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Es posible que el Gobierno calderonista trabaje y trabaje y duro pero, por lo visto, lo hace de manera clandestina. Lo evidente es que, por lo pronto, es un Gobierno sin iniciativa que con su silencio e inactividad está dejando crecer una enredadera de problemas.
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