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Un hombre de color

Gilberto Serna

Aún se oyen los pasos del asesino que conteniendo la respiración se apostaba, debemos de creer que con el rostro distorsionado, producido por la mala acción que iba a cometer, acariciando el rifle con que dispararía por una pequeña ventanilla, desde la que se veía el balcón de una habitación del edificio que estaba en la acera de enfrente. Un proyectil bastó para acabar con el reverendo Martin Luther King disparado por el arma de ese asesino solitario. -¿Por qué siempre serán asesinos sin vínculos los que cometen magnicidios?- Bien, no alcanzo a comprender, no me cabe en la cabeza, me deja muchas dudas lo que está sucediendo allá en estos días, allende la frontera.

Creo que acontece algo que es muy bello para ser verdad. Un senador de color ha alcanzado la nominación de su partido para figurar como candidato a presidente de los Estados Unidos de América. Es un sueño hecho realidad para millones de afroamericanos, cuyos antecesores trabajaron como esclavos, al sur de ese país.

¿Esto vendrá a demostrar que algo ha cambiado? No lo creo. Aún siguen vigentes los prejuicios que desataron la guerra de Secesión. Aún está vigente el racismo más arraigado que los tiempos modernos no han podido erradicar. Creer que por que un hombre de piel oscura accede a figurar como candidato del Partido Demócrata va a cambiar la manera de pensar de la población blanca, es pensar que el lobo feroz va a apiadarse de caperucita y su abuelita, invitándolas a que compartan su mesa. Se necesitaría, a mi manera de ver el asunto, de una auténtica integración racial que, hasta donde sé, no se ha producido hasta ahora. Recuerdo la novela, posteriormente llevada a las pantallas del cinematógrafo, de ¿Sabes quién viene a cenar?, protagonizada por los estupendos actores Sidney Poitier, Spencer Tracy y Katharine Hepburn. La trama consiste en que la hija de una familia de blancos se enamora de un hombre de color cuyos méritos académicos no logran romper el tabú que persistía en los años setenta del siglo pasado, de considerarlo un hombre de raza negra.

Si ustedes son observadores, notarán que para llegar al Senado en 2004, corrió con la suerte de que su contrincante Blair Hull, que llevaba la delantera en los sondeos de opinión para figurar como aspirante a candidato del Partido Demócrata, se viera involucrado en un escándalo de violencia doméstica, -eso fue para ser elegido candidato de su partido- en tanto su contrincante Jack Ryan ganador de la primarias republicanas, fue acusado de llevar a su esposa a clubes de sexo, lo que provocó que fuera destituido, ganando Obama, al sustituto, por una diferencia considerable. Esto puede estimarse suerte de principiante. Barack Hussein Obama nació en Honolulu el 4 de agosto de 1961, es decir que no vio su primera luz en el continente, al igual que Napoleón Bonaparte que nació en la Isla de Córcega, coronándose con el correr del tiempo en emperador de Francia. Obama estudió Derecho en la prestigiada Universidad de Harvard graduándose con magna cum laude.

Al conocer sus triunfos, arrolló además a Hillary Diane Rodham Clinton, por lo que no ha faltado quien hable de encantamientos, hechizos, sortilegios, embrujos, maleficios y magia negra. Todo basado en las supersticiones que algunos creen provienen de sus antepasados. No se explican, de otro modo, los que apoyan esta falsa teoría, cómo pasó, en su meteórica carrera política, por encima de sus adversarios a los que de pronto se les vino encima la mala suerte. En fin, a sus 47 años de edad se convertirá, si derrota a John McCain, en presidente del país más poderoso de la Tierra. Aunque no es nada fácil, pues no sólo se enfrentará a un héroe de la guerra de Vietnam, sino además puede desatar la locura de los que, solamente por ser de color, no estarán dispuestos a dejarlo llegar. Deberá tener consigo la buena suerte -una patita de conejo no le vendría mal- la buena suerte que hasta ahora le ha ayudado a sortear los peligros que todo político corre, pero además los que se derivan de un pueblo altamente racista que estará dispuesto a ponerle un alto a sus aspiraciones a como dé lugar. En fin, de lo que sí estamos seguros es que se las va a ver negras para brincar del Senado al despacho oval de la Casa Blanca. Estos gringos –los intolerantes- no suelen tocarse el corazón.

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