En los XXIX Juegos Olímpicos que se celebrarán en agosto en Beijing aparecerán nuevos ídolos, mientras que otros solamente reafirmarán el preponderante lugar que ya tienen en el deporte internacional, como es el caso del norteamericano Michael Phelps.
Grábese su nombre. Ya ha hecho historia. Nació en 1985 en Baltimore y ya a los 15 años de edad, en los Juegos Olímpicos de Sydney, mostró que iba hacia arriba. Ahí su especialidad era el nado de mariposa, donde consiguió destacar, solamente.
Y las primeras medallas le llegaron en Atenas, pero está pronosticado que será la gran estrella de Beijing, superando lo que hizo el mismo Mark Spitz en 1972 cuando obtuvo siete medallas. Para Phelps se pronostican nueve, que sería un número récord.
Michael desde niño empezó a practicar de forma destacada el beisbol y el futbol americano, pero dicen sus biógrafos, que cansado de escuchar las discusiones entre su padre, un policía retirado, y su madre, prefirió esconderse en las piscinas.
Ahí pronto, y gracias a su dedicación, de cinco horas diarias de entrenamiento, empezó a ganar todas las competencias en las que participaba. Su físico no es tan impresionante como lo era el de Johnny Weissmuller, el famoso “Tarzán”.
Mucho menos el del impresionante australiano Ian Thorpe. Larguirucho, más bien delgado, Michael tiene, según los conocedores, un cuerpo ideal para deslizarse por el agua como un verdadero pez. Recuerde su nombre, podría ser la gran estrella de Beijing.
