¡Qué de soñar! ¡Qué de sufrir! ¡Qué de esperar!... Y ¡qué de gozar! Así se viven estos tiempos con Santos Laguna, un equipo metido hasta la médula en toda una región y mucho más allá, pero cómo ha costado esperar su salvación y su entrada a las finales.
El domingo fue una experiencia inolvidable. Con dos goles en contra, en las tribunas la gente se puso las pilas y empezó a corear ¡sí se puede!, ¡sí se puede! En la cancha once guerreros recobraban los bríos y empujados por Vicente Matías Vuoso se iban al ataque.
Por la banda derecha Iván, el “Gigante Guti”, una y otra vez mandaba centros, dos de ellos fueron la clave para abrir el fuerte cerrojo, primero por conducto del “Toro de las Pampas” Vuoso y finalmente por el aguilucho y cerebral Fernando Arce. Fue todo.
Así, las grandes atajadas, la gran actuación del arquero nacido en Monterrey, Jonathan Orozco, y formado en las Cobras, quedaba superada por la enjundia santista, y vaya que el muchacho, de apenas 22 años, había sido la figura en el de ida y lo que iba del de vuelta.
Esto del Monterrey ya quedó atrás, ahora sigue Cruz Azul, donde el colmillo de otro técnico experimentado, el uruguayo Sergio Markarián, buscará un campeonato que mucho lo necesita la Máquina. Markarián ha dirigido en su tierra, Grecia, y en Paraguay.
Es un hombre conocedor, pero tiene sus fallas, una de ellas la forma como trata a sus jugadores. Ahí está el caso de Denis Caniza, a quien dirigió en la selección guaraní y ya no está más. A Markarián lo domina el enojo, así que, ojo, por ahí puede estar el resultado.
