Discúlpenos hoy por no hablar de deporte, pues en una fecha tan especial como ésta queremos comentarle de una experiencia personal que tuvimos aquí hace muchos años. Desde que a temprana edad llegamos a esta casa editora quisimos escribir en estas páginas.
Y uno de nuestros escritos fue un cuento de Navidad, el que emocionados e ilusionados entregamos a don Alfonso Esparza, gerente en ese entonces de esta empresa. Él escuchó nuestros deseos y no nos hizo ningún comentario.
A los pocos días, pasando por donde estaba la basura, encontramos los pedazos de nuestro escrito ahí. Y es que después el señor Esparza nos diría: “Tu cuento lo puse en una carpeta y lo coloqué en el escritorio del señor De Juambelz”, el director.
Ese día, al conocer el fin de nuestro primer escrito tuvimos muchos caminos que tomar: el de la desilusión, de la tristeza, o el de entender que por ahí no era lo nuestro. En esa ocasión decidimos nuestro camino. Lucharíamos por escribir aquí, naturalmente mejorando.
Pasó el tiempo y con él hemos publicado muchas cosas, un día el señor De Juambelz nos pidió escribiéramos la vivencia más recordada por los que aquí trabajamos, pues quería dejarlas en una urna que está en un lugar especial de este edificio.
En dicha urna está esta vivencia, el día que decidimos no darnos nunca por vencidos y luchar siempre por lo que más queremos en la vida. Un día, cuando pasen los años, alguien leerá lo que aquí dejamos, y ojalá se inspire para nunca darse por derrotado.