No deja de ser una imagen sorprendente: el hombre que durante ocho años, y hasta mayo, había conducido los destinos de su nación, rodeado de chotas, levanta sus manos esposadas y grita “persecución política” a quien lo quiera oír, antes de ser remitido sin muchas consideraciones a una patrulla policíaca. De ser el Primer Mandatario de Taiwán (perdón: la República de China, como se llama oficialmente), en seis meses el señor Chen Shui-Bian pasó a carne de presidio. Aunque él afirma que se trata, precisamente, de una persecución política, no deja de ser notable que un expresidente termine siendo detenido por corrupción. Digamos que ese tipo de sucesos no son muy frecuentes que digamos en Latinoamérica. Ni, seamos justos, en la mayor parte del mundo.
Chen Shui-Bian ganó la Presidencia de Taiwán en el año 2000, para reelegirse luego en 2004. Con ello desplazó a la vieja guardia del Kuomintang, el partido que huyera a esa isla cuando los comunistas de Mao triunfaron en la guerra civil, allá en el remoto 1949. Por eso Chen seguía un curso diferente al usual en la política taiwanesa, llegando a coquetear temerariamente con proclamar la independencia de Taiwán… lo que China dice que jamás permitirá.
Además de meterse en esos berenjenales, a Chen se le acusó desde tiempo atrás de andar “lavando” dinero, esquilmando al erario público y falsificar documentos para mover dinero de manera por demás misteriosa. Para acabar pronto, se sospechaba que había utilizado su alto cargo para enriquecerse con movimientos no muy claros de dinero público. Como suele ocurrir con estas cosas, su mujer también era acusada de andar en el ajo.
Como era presidente y tenía fuero, resultaba imposible iniciar investigaciones a fondo. Pero como dejó la Presidencia en mayo de este año, los sabuesos se le dejaron ir como si olieran sangre, y la investigación culminó con su aparatoso arresto el lunes pasado.
Chen asegura que todo es un compló para desacreditarlo, en vista de que sus rivales del Kuomintang quieren quedar bien con China. Y qué mejor forma que metiendo al bote al principal impulsor de la independencia taiwanesa.
Además, hace unas semanas se produjo la primera visita de un alto funcionario de Beijing a la isla rebelde… y ese enviado hubo de enfrentarse a furiosas manifestaciones de protesta. Ello no le sentó nada bien a los comunistas, que esperaban ser recibidos como parientes a los que no se ha visto desde hace mucho.
Con todo, no parece haber mucha gente dispuesta a meter las manos al fuego por la honestidad de Chen. Veremos cómo se desarrolla el juicio y cuál será su desenlace. Por supuesto, que un expresidente sea condenado a prisión sería un resultado sorprendente… aquí y en China. Y bueno, en Taiwán.