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Un tren le destroza sus sueños y sus piernas

Arnulfo Méndez continúa internado en el Hospital General de Torreón.

Arnulfo Méndez continúa internado en el Hospital General de Torreón.

Guadalupe Miranda El Siglo de Torreón

Con el deseo de alcanzar “el sueño americano”, Arnulfo Méndez, de 30 años, salió de su natal El Salvador, dejando en casa a su mujer y dos hijas, con la esperanza de regresar y ofrecerles un futuro mejor. Ahora, éste es incierto, pues se encuentra en una cama y a miles de kilómetros de su familia, tras perder sus piernas.

Su trágica historia inició un primero de julio, cuando salió de casa. Lo acompañaban dos de sus amigos.

Con 500 dólares en la bolsa, un par de pantalones y un par de camisetas y con la bendición de sus dos hijas, partió en busca de su sueño.

Luego de varias horas en autobús, los tres viajeros llegaron a Guatemala, donde tomaron una balsa. “Al llegar le pagué a un picabus (combi) para que me llevara a la frontera con México”.

“Me dejó en un pantano, tuve que caminar a la carretera que va a Tapachula, Chiapas”, dice Arnulfo en una cama del Hospital General.

Tres horas más tarde ya se encontraba sobre la carretera, donde tomó un taxi con sus amigos.

Luego de tomar un par de camiones, los salvadoreños llegaron a Arriaga, en Chiapas.“Caminé unas 36 horas hasta llegar a La Ventosa, Oaxaca... fue la última vez que caminé, mis pies se ampollaron”.

Al llegar al poblado Matías Romero, Arnulfo y sus amigos subieron a un vagón de carga, sin imaginar lo que estaba por venir.

LA PESADILLA

Tras varias horas de camino, Arnulfo llegó a Torreón, donde unas personas lo esperaban. “Me confundieron con un pollero... después comenzaron a golpearme”. Los sujetos lo despojaron de 500 dólares.

“Medio moribundo agarré el tren, me amarré de la mano izquierda por si me dormía, que no me cayera”, cuenta el salvadoreño, quien fue abandonado por sus amigos.

El sueño lo venció. “Cuando desperté, mi cabeza golpeaba los rieles del tren... y luego escuché cómo tronaban mis piernas”, cuenta Arnulfo envuelto en llanto.

Un elemento del Instituto Nacional de Migración, “que esta ahí, me ayudó, me dijo que era muy valiente, pero que una vez que despertara, me iba a volver loco... pero gracias a Dios no fue así”. Arnulfo no ha tenido contacto con su familia, “pues no quiero que sufran como yo...”.

“Lo que pido es que me ayuden a comprar una silla de ruedas eléctrica y de ser posible, a alcanzar mi sueño: tener mi taller mecánico”, dice Arnulfo, quien espera radicar en el país y traer a su familia.

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