Mi hija ha estado devorando libros en las últimas semanas. Y digo “devorando” porque en tres o cuatro días termina uno y quiere continuar con el siguiente. Me pide, me ruega que vayamos por el tercero. Se trata de los libros que están haciendo furor, sobre todo entre las jovencitas: Crepúsculo, Luna Nueva, Eclipse y Amanecer de Stephenie Meyer. Hay numerosos blogs que atestiguan esta fiebre, además del inusual tiraje en millones, en los Estados Unidos. La primera novela ha sido traducida a 20 idiomas; en México, la editorial Alfaguara, que ha editado libros para jóvenes, adquirió los derechos y ya se han tirado 50 mil libros en España y 30 mil en México.
Si bien la autora del libro no ganará un Nobel, sí ha logrado lo que muchos autores quieren: ser leídos, gozados por sus lectores. Resulta interesante ver cómo los libros pasan de mano en mano entre los compañeros de clase y las pláticas giren en torno a los personajes de Meyer. Con ello constato lo que Felipe Garrido, experto en el arte de formación de lectores, dice: “la lectura, antes que un conocimiento, es una experiencia, un gusto, se debe alimentar la afición y luego, si acaso llega, vendrá la erudición”.
Garrido ha querido distinguir siempre entre la lectura de goce, de la lectura de conocimiento, por decirlo de algún modo. Esta última se refiere a los libros de texto o escolares. Sin embargo, si la primera no se estimula, difícilmente a un niño o un joven, podrán interesarle otro tipo de lecturas. La lectura de goce desarrolla habilidades y actitudes muy importantes: favorece un sano aislamiento, es decir, un recogimiento necesario para la concentración; despierta la imaginación, estimula la curiosidad; exige una participación activa por parte del lector; mejora el lenguaje, la creatividad, pero sobre todo, más que todo, proporciona un tremendo placer. Como dice Garrido: es el vicio más sano que existe.
Si bien estos libros no son accesibles para el público en general, en términos económicos, los jóvenes utilizan los medios que están a su alcance para leerlos. En un sitio Web, Diana pregunta: “¿Quién tiene la versión de Crepúsculo en formato PDF?” y varios le proporcionan sitios, sin embargo llama la atención la respuesta que le da una participante llamada Arlet: “Está buenísmo, aunque como dice Ady, estaría más chido que lo compres, es una gran inversión y no te gasta tanto la vista. Ah, y por si te picas (que seguro así será) en esa página también están los demás n.n (aunque por supuesto, ya varios lo han subido al Internet en formato pdf)”. (sic)
No voy a denostar este libro por su calidad literaria: antes bien, me llama la mirada sociológica para preguntarme ¿qué tienen estos libros que atraen la atención de los jóvenes, muchos que normalmente no leen? (Cabe aclarar que Crepúsculo está en el top 10 de libros para lectores poco habituales de la Asociación de Bibliotecas Americanas). Quizá la clave, al decir de algunos, está en la fuerte tensión sexual entre la protagonista y un vampiro, que no puede resolverse sin el riesgo mortal de la adolescente. A diferencia de las películas actuales, de las series de televisión o de la vida de las artistas contemporáneas que aparecen continuamente en los medios de comunicación, entre los protagonistas de Crepúsculo no hay relaciones sexuales. Este vampiro no es el personaje oscuro de los antiguos relatos, sino lo contrario, irradia luz y recobra los hábitos caballerescos ya perdidos en la modernidad, lo que hace a la novela un poco cursi para los varones, sin que por ello dejen de leerla (hay blogs especialmente para que los adolescentes varones dejen sus comentarios sobre las novelas). En el fondo, puede plantearse, que quizá la presencia de límites en las relaciones de pareja resulta atractivo para los nuevos lectores, como lo es para las jovencitas el anillo de castidad que porta el conocido trío de hermanos cantantes, Jonas Brothers.
Si los atrapa un libro con estas características, ¿no lo hará más alguno de calidad literaria? Quizá este es el momento de ponernos atentos para convertir a los lectores “poco habituales” en permanentes. ¿Cómo se forma un lector? Felipe Garrido nos da la clave: “De la misma manera que un jugador de dominó o de ajedrez. La lectura auténtica es un hábito placentero, es un juego -nada es más serio que un juego-. Hace falta que alguien nos inicie. Que juegue con nosotros. Que nos contagie su gusto por jugar. Que nos explique las reglas. Es decir, hace falta que alguien lea con nosotros. En voz alta para que aprendamos a dar sentido a nuestra lectura; para que aprendamos a reconocer lo que dicen las palabras. Con gusto, para que nos contagie. La costumbre de leer no se enseña, se contagia. Si queremos formar lectores hace falta que leamos con nuestros niños, con nuestros alumnos con nuestros hermanos, con nuestros amigos, con la gente que queremos. Se aprende a leer leyendo”.
Quizá la proximidad con la Navidad pueda ser un pretexto para leer a clásicos como Canción de Navidad, de Charles Dickens; los cuentos de O. Henry o la bellísima historia de Paul Auster, llamado El cuento de Navidad de Auggie Wren.
Ya no es sólo un fenómeno aislado, como en su momento pareció ser el de Harry Potter; así que aprovechemos la experiencia de Crepúsculo para incitar a nuestros jóvenes a continuar con esta grata experiencia.
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