EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Una bella lección

Javier Fuentes de la Peña

“Definitivamente todavía no me tocaba”. Así dijo Jaime mientras descansaba en una cama del hospital.

La vida de Jaime era completamente normal hasta que tuvo un fuerte accidente en una carretera. A pesar de que su camioneta quedó totalmente deshecha, él no recibió ningún golpe que pusiera en peligro su vida. Aunque mejor dicho, sí recibió un fuerte golpe: el del pensamiento.

Al saber de su accidente, inmediatamente fui con mi esposa al hospital. Debo confesar que esperaba ver a un Jaime abatido, a un Jaime que muy apenas iba a tener fuerzas para saludarnos, pero afortunadamente no fue así. Al entrar a su habitación vi a mi amigo lleno de felicidad, que aunque no podía sacudirse aún el tremendo susto que se llevó, en ese momento fue capaz de transmitirnos su dicha por estar vivo.

“De veras Javier, al ver que no me pasó nada, sentí como si hubiera vuelto a nacer”.

Siempre he admirado a Jaime. Su buen carácter le ha ayudado a ganarse el cariño de muchos. Su tenacidad lo ha llevado a alcanzar metas importantes. Es buen hijo, es buen esposo, es excelente amigo. Siempre encuentra ocasión para poner en práctica los valores adquiridos en su hogar, es por eso que muchos lo consideramos como una persona intachable. Sin embargo, mi admiración hacia él creció considerablemente al verlo en el hospital, pues nunca pensé que en esa visita a mi amigo iba a recibir una gran lección: ahora que estás vivo, haz todo lo posible por vivir la vida.

Al salir del hospital miré hacia el cielo y me llamó la atención lo azul que se veía, pero me llamó aún más la atención darme cuenta que hacía mucho no admiraba esa inmensidad. ¿Cuántas veces vemos a la vida como una carga y no como un regalo? ¿Cuánto tiempo desperdiciamos en actividades que sólo nos afectan en nuestro desarrollo personal? ¿Cuántas veces nos olvidamos de ver lo hermosa que es la vida?

Nunca estamos conformes con lo que tenemos, siempre queremos más y más, sin darnos cuenta que lo único que importa es el estar vivos. Qué triste es llegar al umbral de la muerte y reconocer que nos faltaron muchas cosas por hacer, que teníamos la capacidad de construir un enorme edificio y nos conformamos con levantar las paredes de una pequeña casa.

Por eso es importante vivir cada día como si fuera el último. No perdamos la oportunidad de demostrar nuestro amor a alguien, de dar nuestra ayuda a quien la necesita, de hacer buenas acciones que nos ayuden a edificar nuestro espíritu.

Estoy seguro que cada día se presenta ante nosotros esa oportunidad y, sin embargo, casi siempre la dejamos ir por simple comodidad o egoísmo.

Si tuviéramos la capacidad de entender que las pequeñas acciones son las que dan grandeza al hombre, nuestras vidas serían muy distintas. Seguramente desaparecería el odio entre los hombres y con él, las guerras, el hambre, la pobreza, la ambición desmedida, en fin, todos los males que hacen cada vez más difícil nuestra existencia.

Pueden pensar que soy demasiado idealista y que vivo encima de una nube, pero no es cierto. Gracias a la lección de mi amigo Jaime, he decidido aprovechar cada día para ser mejor. Estoy convencido que el amor debe ser mi principal motor y que así todo cambiará para bien. Quiero llegar al final de mi vida diciendo: “Gracias Dios, porque me diste el tiempo necesario para hacer lo que debía y no lo desperdicié”. No dejen escapar la oportunidad de decir lo mismo. Estamos muy a tiempo de aprovechar nuestra vida y de hacer de ella un gran edificio y no una débil choza.

Jaime sintió que había nacido otra vez después de su accidente. Desde ahora me he propuesto sentir lo mismo cada día al despertar, pues estoy seguro que así tendré ojos para admirar lo que me rodea y para apreciar lo bella que es la vida.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 393384

elsiglo.mx