La semana pasada me enteré por la tele que el Municipio de Torreón decidió acertadamente poner en práctica un Programa llamado “Pequeño Mundo Solidario”, destinado a ayudar grupos poblacionales de escasos recursos, cuya autoría es del licenciado José Ramírez Mijares, persona de intachable conducta y gran creatividad a quien conozco desde hace 35 años cuando él cursaba los primeros años de carrera en Ciencias Políticas y Administración Pública.
Ya por aquellos tiempos venía tratando de encontrar alguna forma comunitaria de lograr actitudes y conductas de servicios que favorecieran la realización de proyectos personales y de grupo.
Años más tarde me hizo conocer un cuaderno que resumía su primer logro concreto y suficiente para conseguir su propósito, y su intención de llevarlo a la práctica por lo menos en el ejido torreonense La Unión donde tuvo una excelente acogida, quizá por ello, no faltaron envidias y desfavorables intervenciones ¡incluso políticas!, de manera que no obtuvo el éxito esperado. Ocurrió lo contrario en Chihuahua donde se mantiene aún para satisfacción de todos. Siguió – hasta donde sé– Yucatán y luego Guanajuato. El sureño sigue vigente, perdí pista del segundo.
Oí en la tele que comenzará a trabajar en Jimulco ¡qué bueno! Ojalá se extienda a corto y mediano plazo a otros grupos necesitados, rurales o urbanos. Es urgente reactivar el sentido de solidaridad, pero éste no se logra sino a través de una visión del mundo donde se prioricen valores hacia la vida y su sustentabilidad. Puestos de acuerdo, comunitariamente, se buscarán los medios y las acciones necesarias para lograrlos, ya que ello redundará en beneficio mutuo.
El licenciado Ramírez Mijares, atendiendo a la necesidad de mostrar y mejorar su proyecto nunca perdió ocasión: estuvo en dos ocasiones en la Universidad de Chile a propósito de encuentros internacionales. En su segunda estadía fue premiado por el presidente de aquella nación e invitado especialmente por el Gobierno de Perú para ver si podría rescatar comunidades en la selva. Esto no fue posible debido al total aislamiento de dichas comunidades y la imposibilidad gubernamental de crear los más indispensables medios de comunicación en aquel momento.
Estuvo también en Mondragón, España, invitado por miembros de la Universidad Complutense de Madrid, para conocer una exitosísima cooperativa, la que cuenta con 37,000 socios que entre otros logros han formado un Banco para su servicio. Estuvo también en Alemania donde consultó lo más que pudo en obsequio de mayores logros para su plan. En fin, no sé de otras luchas que haya intentado, pero existe una total congruencia entre la bondad de su plan y la de su propia existencia.
Todo esto me recuerda los éxitos alcanzados en Brasil y Perú por comunidades de cientos de miles y docenas de miles, respectivamente, que por su solidaridad han formado ciudades partiendo de cero, hasta alcanzar envidiables urbanizaciones, con vida digna para todos. Ahí se trabaja, se comercia, se educa, etc., para el bien común. Ojalá que así suceda, aunque fuere en menor escala, con la aplicación de este programa en nuestra querida Comarca Lagunera, a veces tan despolitizada, me refiero al conocimiento y preocupación por la “polis”, a la integración solidaria, no a la pertenencia a partidos políticos. Si algo es bueno para todos, es valioso, no importa el origen sino el logro de las buenas propuestas.
Seguimos divididos por clases, sexos, edades, pertenencia a una religión, credo o partido. Los triunfos, legítimos o no, deben ser sólo míos. No respetamos el trabajo ajeno; siendo exitoso, lo envidiamos y de ser posible lo estorbamos, disminuyendo así la posibilidad del progreso común, la solidaridad social y la creatividad personal y de grupo.
Disminuir a quien no sabe, no puede o no tiene es absolutamente incorrecto, sobre todo si quien sabe, puede o tiene no hace nada porque el primero se supere y menos aún cuando explota tal condición en beneficio propio. Creo que a mayor dotación u oportunidades disfrutadas, mayor es la obligación de compensar a quienes no la tuvieron o no la tienen. Las personas al nacer no escogen sus genes, su tiempo ni su espacio. Es problema de la organización social construir vías conducentes a la realización de cada individuo, por tanto a su bienestar. Uno de los caminos es la solidaridad, la búsqueda del bien común.