Cuando el martes pasado se inició la construcción de la sede de la cuarta unidad de la Universidad Autónoma Metropolitana, en Cuajimalpa, se puso fin a un complicado trayecto en que esa institución tuvo que librar numerosos obstáculos, luchar contra mezquindades públicas y privadas, derrotar intereses espurios y aun enfrentar conflictos internos en el ámbito de las autoridades generales de esa Universidad.
Como casa abierta al tiempo que se quiso que fuera en 1974, el año de su creación, la UAM debió estar también expuesta a los cuatro vientos, a los puntos cardinales del Distrito Federal. Así, en Xochimilco se abrió la sede sur, en Izatapalapa la del oriente y la del norte en Azcapotzalco. Por una diversidad de razones no se construyó un plantel en el poniente. Más de treinta años después del arranque de ese proyecto de renovación educativa se buscó remediar el faltante. En abril de 2005 el Colegio académico de la Universidad autorizó la creación de la cuarta unidad, a situarse en Cuajimalpa.
Si se hubiera escogido desde entonces la sede de la instalación no se habría tenido que encarar la suma de problemas que surgieron a partir de entonces. La zona es un claro ejemplo de las vicisitudes del desarrollo urbano, que desplaza actividades rurales y modifica sustancialmente el equilibrio ecológico. Mientras se daba paso a la organización académica, con la elección de autoridades, diseño de programas de estudio y reclutamiento de profesores, se avanzó con lentitud en la edificación de la casa donde el proyecto se concretara.
Un primer predio donado por el Gobierno capitalino no pudo ser aprovechado por oposición de los habitantes del entorno y por que construir allí suponía infringir normas ambientales. Entonces la Universidad decidió adquirir otra superficie, El Encinal, operación que se hizo en condiciones que ameritaron la realización, tiempo más tarde, de una auditoría que halló incumplimiento a “las disposiciones normativas aplicables a la autorización y adquisición de bienes inmuebles vigentes en la Universidad”.
En septiembre de 2007 la Auditoría Superior de la Federación al fiscalizar esa operación emitió cinco recomendaciones por responsabilidad administrativa, que supusieron la aplicación de sanciones a personal de alto nivel. Previamente, la rectoría general de la UAM había presentado ante el Ministerio Público Federal una denuncia de hechos por probable daño patrimonial a la institución.
Al comprar El Encinal las autoridades partieron de información falsa, especialmente relacionada con el uso del suelo. El rector Luis Mier y Terán –predecesor del doctor José Lema Labadie— que ahora es director adjunto de Desarrollo Científico y Tecnológico del Conacyt, actuó siempre en el entendido de que la Universidad contaba con autorización para edificar en ese predio, lo cual no correspondió con la verdad.
Mientras tanto, la actividad sustantiva de la Unidad Cuajimalpa se realizaba en condiciones precarias, que fueron aliviadas por la buena disposición de la Universidad Iberoamericana, que alojó durante un tiempo a los grupos fundadores del nuevo plantel, y el Conacyt, que acondicionó instalaciones propias para que se desarrollaran, como ocurre hasta el día de hoy y mientras se concluye la sede ya empezada, las labores académicas. Bajo la rectoría de la doctora Margarita Fresán, la falta de domicilio propio no ha sido obstáculo para que se haya atendido ya a cuatro generaciones y actualmente se impartan once licenciaturas.
En 2006 surgió la posibilidad de que el Gobierno Federal entregara a la Metro un gran predio en la zona, cerca del casco urbano de la delegación de Cuajimalpa. Tras percibir buena disposición de autoridades que debían decidir sobre el uso de esa superficie, la Universidad solicitó formalmente al presidente Fox la donación de ese terreno. Sin que a la postre hubiera siquiera acuse de recibo de la casa presidencial, las UAM se desistió del pedido ante el riesgo de añadir a su conflicto interno por El Encinal otro con autoridades federales ansiosas de apoderarse del predio que, por lo demás, era disputado en los tribunales por particulares que con títulos precarios o francamente sin ellos, encuentran en coyunturas como ésta la posibilidad no de que se respeten derechos legítimos sino de medrar entre la confusión.
El terreno en cuestión quedó finalmente en disputa sorda entre la Secretaría de Seguridad Pública y la de Agricultura sin que ninguna, hasta donde mis noticias alcanzan, haya tomado posesión del predio para aprovecharlo.
Finalmente el Gobierno capitalino hizo a la UAM una nueva donación, el predio denominado El Escorpión, cuya propiedad era cuestionada también por particulares, que finalmente no pudieron demostrar la validez de sus títulos ante la justicia. Confirmada la donación, el Gobierno de la ciudad inició ante la Asamblea Legislativa del Distrito Federal el trámite para modificar la autorización de uso de suelo que permitiera la edificación de las instalaciones universitarias. Con parsimonia explicable a partir del escrúpulo con que los diputados locales cumplen su función o de las pugnas entre ellos, la autorización demoró más de lo razonable y finalmente fue expedida el 29 de agosto pasado. En consecuencia, el tres de octubre el Gobierno de la Ciudad entregó el predio a la UAM, que el 28 siguiente colocó la primera piedra de unas obras que permitirán atender la demanda de educación pública superior en esa poblada comarca.