Los eventos se precipitaron con singular rapidez: el Ejército de Colombia realizó una incursión en contra de un campamento de las FARC dentro de territorio ecuatoriano, matando al número dos y principal vocero de esa narcoguerrilla, junto a otra veintena de combatientes irregulares. En apenas dos días, Ecuador decidió romper relaciones diplomáticas con Colombia, y Venezuela tuvo la cara dura de movilizar tropas hacia su frontera occidental.
Por supuesto, las medidas tomadas por Ecuador tienen sentido, así se puedan considerar exageradas, en vista de que no se agotaron otras opciones para protestar por la irrupción en su territorio. Aquí la pregunta es ¿qué rayos tiene que andar haciendo el Ejército venezolano movilizando sus efectivos, si todo el asunto no tiene nada qué ver con ese país?
La desmesurada reacción de Hugo Chávez nos permite echarle un vistazo a algunas zonas oscuras de la política hemisférica, que suelen manejarse tras bambalinas, y que no salen a la luz pública sino en una crisis como la presente.
Por un lado, los ecuatorianos se quejan de la incursión del Ejército colombiano, pero no dicen ni pío de por qué había un grupo armado irregular dentro de sus fronteras, el cual aprovechaba esa circunstancia para dirigir ataques contra un Gobierno reconocido por el de Ecuador. Digamos que ahí está operando, cuando menos, un doble estándar…
Por otro lado, Colombia alega que tras la incursión descubrió información en la que se pone en evidencia el apoyo económico que las FARC han recibido del Gobierno de Chávez. O sea que, si se comprueba la veracidad del hallazgo, Venezuela ha sido pillada con los dedos en la puerta ayudando a una fuerza combatiente que dice estar comprometida en la destrucción del Estado colombiano. Aquí entre nos, si a ésas vamos, quien tiene un pretexto para movilizarse es Colombia.
La cuestión es que la violenta y atrabancada reacción de Chávez tiene que ver con dos frentes, uno externo y otro interno. El externo: la necesidad de crear una cortina de humo para encubrir el hecho de que se le puede relacionar con el financiamiento y apoyo a un grupo no sólo subversivo, sino marcado como terrorista por buena parte del mundo. Y ahora nos explicamos por qué Uribe decidió prescindir de su mediación con las FARC: Chávez era, resulta evidente, juez y parte.
En lo interno, a Chávez le conviene escalar un conflicto internacional, incluso uno en el que no tiene nada qué andar haciendo, porque sus apoyos dentro de Venezuela se están evaporando: la gente se queja de la escasez de productos de uso y consumo cotidiano, los grandes proyectos oficiales son elefantes blancos y pozos sin fondo, y la pobreza ha ido creciendo bolivarianamente.
Así pues, hay que distraer al pueblo inventando un conflicto con un vecino al que se ha encargado de agraviar de todas las maneras posibles. Lo malo es que Chávez ciertamente es capaz de llevar sus despropósitos hasta la acción armada real. Y ahí sí, quién sabe cómo evolucionen las cosas, y hasta dónde lleguen. Esperamos que prive la sensatez… aunque sea mucho pedirle al desaforado Hugo Chávez.