Pedro tiene trabajando toda su vida. De familia acomodada, pero numerosa, desde niño supo que habría de forjarse su propio camino, amén de que pocas fortunas alcanzaban para tantos. Los ciclos económicos y aquella turbulenta década de los ochenta precipitaron lo que le sucedió a miles de familias mexicanas, que vieron seriamente afectados sus patrimonios. Pedro estaba preparado. Brillante estudiante, consiguió trabajo en empresas de renombre: Cemex fue una de ellas. Luego, al transcurso de los años junto a miembros de su familia, iniciaron una empresa familiar e innovadora, que pronto se posicionó en el mercado y probaba junto a sus hermanos, que Pedro era capaz de contribuir a generar progreso y fuentes de trabajo.
Además, como la mayoría de los hombres y mujeres de bien de este país, se casó y tuvo hijos, y con su esposa decidieron unir fuerzas laborales para crear un negocio que se ha distinguido en su segmento por calidad de sus servicios y precios, amén de lo talentoso y trabajador que es la pareja. Sin duda una historia de éxito, de esas que se necesita que se multipliquen geométricamente para lograr desterrar la terrible desigualdad y carencias que se tienen en México, pero Pedro acaba de vivir, y está viviendo pánico.
Como por una especie de maldición, la caja de Pandora en nuestra patria parece haber sido destapada. Siempre ha existido criminalidad y maldad en todos lados, es simplemente intrínseco en la naturaleza humana, y hay individuos que la desarrollan, pero hoy todos los males en México se alienaron y por ende se vive lo que se vive.
La corrupción en casi todas las áreas de la sociedad, la acelerada pérdida de valores que acontece en el mundo entero y que aquí no ha sido la excepción, más la masificación en el consumo de drogas, son algunos de los elementos que generaron este clima de violencia que hoy lastima profundamente a los ciudadanos. El ataque en Morelia con granadas de fragmentación sencillamente fue el colorario de lo que faltaba: ataques directos a la sociedad civil en una fiesta patriótica.
Pues le llegó su turno a Pedro. Saliendo de su negocio, secuestradores descarados le tenían plantada una trampa. La fortuna y pericia del propio Pedro evitó ser capturado por los malhechores, quienes por supuesto no se dieron por vencidos de su objetivo: arrebatarle dinero por medio de secuestro, que como fue frustrado, ahora irían por la vía de la extorsión.
Así lo hicieron los delincuentes, pero Pedro valiente –y quizá temerario- acudió a la Policía Estatal, quienes en esta ocasión actuaron de manera profesional y responsable, y mediante “equis” estrategia, lograron echarle el guante a los criminales, aunque de la banda, alguno se escapó. La Policía correspondiente trató con la colaboración del valiente Pedro capturar al resto del grupo, pero curiosamente los azules aparecieron en escena, que además de frustración, a todo mundo le sembró más temor. Esto que parece novela o historia de esas alarmistas que tanto le gusta transmitir a los medios televisivos no está sacada de la chistera; esta trama ocurrió, y fue en Torreón. Pedro por supuesto que existe, pero ése obviamente no es su nombre de pila, pero su historia de vida sí es fidedigna en grandes rasgos. Auxilio señores del Ejecutivo estatal y local. En La Laguna han caído ya algunos secuestradores, pero es evidente que falta todavía mucho por hacer para que este terrible flagelo sea controlado en la región. Sólo la verdadera decisión política logrará erradicar estos cobardes actos de la delincuencia. S.O.S a la sociedad, que tendremos que aprender de Pedro su valentía, para que al menos, la impunidad casi absoluta desaparezca, con el objetivo de al menos inhibir estas execrables prácticas delictivas. eirazoqui@elsiglodetorreon.com.mx